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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Grito desesperado o burda artimaña

Fotografía
Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional03-07-2017

El ser humano tiene la capacidad de adaptarse a las situaciones difíciles y, además, deja de conmoverse si las noticias trágicas son repetitivas o se suceden a miles de kilómetros de distancia. La vorágine del día a día acaba devorando ese tipo de informaciones y haciendo que prácticamente pasen desapercibidas.

Sucede con los conflictos que perduran en el tiempo, como Siria, Afganistán e Irak... y está empezando a ocurrir en Venezuela. En este último país, la pobreza, la carestía de productos básicos y las decisiones políticas están llevando a miles de personas a manifestarse en contra del Gobierno. Además, los que protestan sufren la represión por parte de los llamados colectivos (milicias armadas al servicio del poder, pero de forma extraoficial) y de las Fuerzas de Seguridad. El resultado es que se ya han registrado decenas de muertos, y la cifra sigue subiendo.

Sin embargo, estas noticias ya se han convertido en cotidianas y no se le presta la cobertura mediática que debería. Quizá por esta razón, ha llamado poderosamente la atención el suceso en el que un policía y actor secuestrara un helicóptero policial, atacara la sede del Tribunal Supremo (no se registraron víctimas) y emitiera un vídeo alentando a las libertades.

Este hecho ha vuelto a poner el foco en la terrible situación que está padeciendo la población venezolana. Venezuela es un país rico en recursos, con un enorme potencial, pero que se está viendo cercenado por el comunismo chavista. Antes de la llegada de Hugo Chávez, había casos de corrupción, pero no había pobreza ni tanta violencia en las calles. En definitiva, se podía vivir tranquilamente y con cierta prosperidad.

Ahora, sigue existiendo la corrupción, pero a esta se le han añadido pobreza, inseguridad, falta de productos de primera necesidad, miles de personas asesinadas fruto de la delincuencia... y una sensación de que el país y la sociedad están abocadas al fracaso y al enfrentamiento generalizado.

Es lógico que la población no quiera la corrupción, pero, visto lo visto, posiblemente la inmensa mayoría prefiera convivir con ella mientras tenga sus necesidades básicas cubiertas, esté relativamente tranquila y disponga de libertad.

Lo que está ocurriendo en Venezuela es consecuencia de comprar los discursos populistas, que son muy bonitos e ilusionantes cuando se escuchan. Sin embargo, una vez que sus representantes llegan al poder, nada es como prometen, la situación empeora y, por si no fuera suficiente, maniobran para mantenerse en sus cargos.

Dada la situación, tampoco podría descartarse que el incidente del helicóptero fuera una burda artimaña gubernamental para justificar más represión y la adopción de medidas que permitan fortalecer al régimen. Nada más conocer el suceso, el presidente, Nicolás Maduro, afirmó que iba a hacer todo lo posible por mantener su sistema político, aunque para ello tuviera que utilizar las armas. El discurso, como es habitual, estuvo aderezado con sus soflamas en las que habla de un golpe de Estado, y de la intervención de la CIA y de gobiernos extranjeros.

La posición de Nicolás Maduro es contundente y desafiante, pero a la vez muy arriesgada. Apostar por la violencia, la represión y el uso de la armas para mantenerse en el poder es peligroso porque se le puede volver en contra y acabar siendo derrocado, no solo por el pueblo, sino incluso por quien menos se lo espera.