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LITERATURA

El mundo de Carmen Martín Gaite

Por Eliane Hernández Montejo Tiempo de lectura1 min
Cultura31-05-2001

Carmen Martín Gaite lo guardaba todo y ahora esos retazos de su vida nos acercan a ella. Hasta 500 objetos personales que encierran 74 años de pasión creadora en la exposición Lo raro es vivir, organizada por el Círculo de Lectores. No sólo se presentan aquí sus obras literarias, por las que todo el mundo la conocía. También están sus dibujos, sus collages, sus manuscritos y anotaciones, sus cuadernos para todo, ...

Pero no sólo hay cosas creadas por ella. También hay regalos que sus amigos le hicieron. Como un collage con grabados de ardillas y topos y una leyenda autógrafa de sentido muy crítico que Ignacio Aldeoa le regaló hacia 1960. O dibujos de Rafael Sánchez Ferlosio y dos retratos que le hizo a ella. A sí misma se llamaba ventanera porque le gustaba observar el mundo, curiosear. Y ahora ese mundo se presenta desde dentro. Su infancia y juventud en Salamanca y sus veranos en San Lorenzo de Piñor (Orense). Fotografías suyas, de sus padres, de sus abuelos, de sus amigos. Su vida en Madrid, a donde se trasladó en los años 50 y donde empezó a escribir. Su matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio, la muerte de su primer hijo, y después de su hija Marta, a los treinta años. La muestra ha sido organizada por Santos Sanz Villanueva y por Ana María Martín Gaite. Esta última dice de su hermana: "Carmen era aparentemente bohemia. Yo creía que no daba importancia a nada, que era anárquica en todo, pero era muy conservadora, conservadora en el sentido de que lo guardaba todo. Guardó hasta el resguardo de entrega de Entre visillos, la novela con que ganó el Premio Nadal. En todo lo otro, como en toda nuestra familia, su palabra preferida era futuro, futuro, futuro". En la exposición también aparece una frase extraída del testamento del padre, José Martín, notario de profesión y aficionado a la literatura: "Olvidaos de la ambición de poseer y, en cambio, no perdáis la ambición de saber". Hay que agradecerle a Carmen Martín Gaite que siguiera el consejo de su padre y nunca perdiera esa ambición por saber, y por crear.