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Liga de Campeones

San Mamés dictará sentencia

Por Jaime PalaciosTiempo de lectura2 min
Deportes19-08-2014

Ochenta y seis días después del imperial cabezazo de Sergio Ramos en la final de Lisboa, los compases del himno de la Champions volvían a resonar anunciando la llegada de una nueva y apasionante temporada.

Se enfrentaban Nápoles y Athletic por un hueco en la competición de los elegidos, por una plaza en la zona V.I.P de Europa. 16 años hacía que un histórico como el Bilbao no paseaba su orgullosos estandarte rojiblanco por los mejores campos del Viejo Continente. En frente, un Nápoles aún anhelante de aquellos años dorados en los que Cavani y Lavezzi llenaban de alegría a la afición napolitana. El favoritismo hablaba italiano, la ilusión estaba en poder de los ‘leones’. Empezó apretando el equipo de Rafa Benítez con dos disparos de Hamsik que se marcharon desviados. No encontraba el Bilbao espacios para sacar la pelota jugada, atrapado por la presión italiana. Los españoles tardaron casi media hora en crear la primera ocasión de peligro, un cabezazo de Laporte que se marchó rozando la escuadra. Encontró el Athletic en los balones aéreos una vía hacia el gol y a punto estuvo Aduriz de inaugurar el marcador. La pretemporada todavía pesaba sobre las piernas de los futbolistas, dejando un partido falto de ritmo y de combinaciones, con pocas llegadas al área rival. En uno de esos esporádicos acercamientos se adelantó el Bilbao. Muniaín batió a Rafael Cabrera desde dentro del área, poniendo el 0-1 en el electrónico. El Athletic lo siguió intentando en el inicio de la segunda mitad, aprovechando el momento dubitativo por el que pasaba el Nápoles. Pero en San Paolo la tragedia te aguarda en cualquier esquina y una magistral diagonal de Higuaín, que rubricó con un perfecto tiro cruzado dejó el marcador otra vez igualado. El 1-1 no le sentó nada bien al Bilbao, que replegó filas, preparándose para el asedio. De nada sirvió la entrada de San José por Beñat. Fue en ese momento cuando Iraizoz se irguió colosal para salvar a su equipo y dejar la batalla igualada, para jugarse a vida o muerte el pase en el nuevo San Mamés.