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MUERE ADOLFO SUÁREZ

Suárez, la figura del hombre que nunca caerá en el olvido

Por Andrea Muñoz MartínTiempo de lectura3 min
España23-03-2014

Se ha ido Adolfo Suárez. El primer presidente de la democracia española se ha apagado a los 81 años a causa del agravamiento de una infección respiratoria “agudizado en el contexto de la enfermedad del Alzheimer” que padecía. Tras más de una década de desgaste del expresidente, España despide a la figura motora de la Transición; algo que él ya ni siquiera recordaba haber sido. A pesar de que hacía mucho tiempo que había olvidado quién era, su convicción en los valores democráticos, su capacidad para conjugar la unidad en la pluralidad, así como su coraje y su defensa de la libertad jamás caerán en el olvido.

Adolfo Suárez comenzó su carrera política en la España preconstitucional, dentro de las estructuras del régimen franquista. Fue ampliando sus competencias hasta que llegó a ser nombrado ministro secretario general del Movimiento, formando parte del Gobierno de Arias Navarro, el último de la etapa no democrática. Tras la dimisión de éste, Juan Carlos I le confió la formación de un nuevo Gabinete con el objetivo de desestructurar, desde dentro, el régimen franquista. La decisión del monarca provocó una avalancha de críticas provenientes de todos los sectores. Para unos, se trataba de una figura inexperta; para otros, simplemente, había estado vinculado al bando franquista. Pero su carisma y, sobre todo, su apuesta firme por el diálogo consiguió su objetivo: desmantelar las estructuras del pasado que dejarían paso a una nueva época para España liderada, en primera instancia, por el propio Adolfo Suárez. De esta forma, consiguió el consenso entre conservadores, socialdemócratas, liberales, comunistas, etc. –no en vano, Santiago Carrillo, en su momento, secretario general del Partido Comunista de España, se refirió a él como un “anticomunista inteligente”-. El fundador de UCD inauguró una nueva forma de hacer política. Dejando de lado la figura de mandatario frío y serio –tan propio de la etapa anterior-, Adolfo Suárez se ganó progresivamente el cariño de la sociedad española gracias a su cercanía, a sus discursos cálidos y próximos con los ciudadanos. Más allá del curso que corrieran los acontecimientos desde las primeras elecciones generales libres en 1977 y la aprobación de la Constitución en 1978 hasta su dimisión en 1981 en favor de Leopoldo Calvo-Sotelo, lo cierto es que la “concordia” y el “acuerdo” estuvieron presentes en todos sus discursos. De hecho, el todavía entonces presidente justificó su decisión de dimitir alegando que no quería que el sistema democrático fuera, “una vez más, un paréntesis en la Historia de España”. Finalmente, tras ser diputado de UCD en varias ocasiones, en 1991, abandonó definitivamente la política. Desde entonces, su trayectoria ha sido reconocida en múltiples ocasiones, entre ellas, con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en el año 1996. Ya entonces, sus más allegados comenzaron a vislumbrar los primeros indicios de la demencia neurodegenerativa que Suárez ha padecido durante años. En 2003, se retiró de la vida pública y, dos años después, su hijo mayor, Adolfo Suárez Illana, hizo pública en un programa de televisión la enfermedad que padecía su progenitor y que se encargaría de borrar más tarde todos y cada uno de sus recuerdos. Durante su enfermedad, Adolfo Suárez sufrió algunos de los golpes más duros de su vida: su esposa y su hija, que padecían cáncer fallecieron en 2001 y 2004 respectivamente –aunque expresidente no llegaría a ser consciente de la muerte de Mariam Suárez, la mayor de sus hijas-. Sin embargo, Suárez ha estado arropado en todo momento y, de forma especial, durante su enfermedad, por toda su familia. Fue su hijo mayor, Suárez Illana, quien anunció el pasado viernes el “desenlace inminente” de la vida del primer presidente democrático en España. Varias fuentes en la clínica Cemtro de Madrid señalan que Suárez ha fallecido, de hecho, “rodeado por su familia”. A lo largo del lunes 24 tendrá lugar, en la Cámara Baja del Congreso de los Diputados, la capilla ardiente en la que los ciudadanos tendrán la oportunidad de despedir al principal baluarte de la libertad democrática en la historia reciente de España.