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PROTESTAS EN VENEZUELA

La herencia de Chávez para Venezuela: inflación, escasez y violencia

Por Andrea Muñoz MartínTiempo de lectura2 min
Internacional22-03-2014

Hace apenas dos semanas del primer aniversario de la muerte del expresidente de Venezuela y líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez. El “comandante supremo” trató de dejar todo atado nombrando como su sucesor a Nicolás Maduro que, sin embargo, no ha sido capaz de mantener cohesionada a la base popular de población venezolana. Las políticas económicas del nuevo Gobierno -que se resumen en inflación, déficit fiscal y escasez-, junto con la represión brutal ante las voces discordantes y los aires de revolución de los últimos meses y la marcada distancia, cada vez más patente, entre distintos grupos dentro del propio chavismo hacen que Maduro no sea más que la sombra del que un día fue uno de los políticos más carismáticos de toda Latinoamérica.

Los venezolanos se encuentran cada día con dificultades para satisfacer sus necesidades más básicas, empezando por el consumo de alimentos. Filas interminables –a veces de más de dos horas- para adquirir productos de primera necesidad en los supermercados son el resultado de la inflación más alta del planeta, que rozó el 57% el pasado año. Sin embargo, el Banco Central de Venezuela (BCV) afirma que "el Ejecutivo ha tomado medidas que han logrado mitigar la escalada de precios y de la escasez" y que "se observan algunos efectos de la arremetida económica de la nación". De hecho, en algunas de las zonas más castigadas del país (principalmente en el centro), los ciudadanos tienen que visitar entre cuatro y seis establecimientos para realizar una “compra completa” buscando productos como leche, harina o carne que, por lo general, resultan muy complicados de encontrar. Pero no solo es una cuestión económica. En el último año, los rumores sobre una posible fractura dentro del ala oficialista son cada vez mayores. Sobre todo, se destaca la división en el seno del chavismo entre los seguidores de Maduro, al que se refieren como un líder más “moderado” y “abierto al diálogo”, y los de Diosdado Cabello, número dos del oficialismo y presidente de la Asamblea Nacional, más radical. Ambos mandatarios niegan estas diferencias. El descontento con el Gobierno ha provocado la convocatoria de multitudinarias manifestaciones que, desde el pasado 12 de febrero, ya se han cobrado, según fuentes oficiales, la vida de 31 personas. Y es que la violencia es otra de las lacras del país. Si cuando Chávez llegó al poder en 1999 la cifra de homicidios en Venezuela rondaba los 4.500 al año, tras su muerte, el balance ascendía 21.000. Una tragedia que el Gobierno de Maduro no ha sabido frenar y que aumentó a 25.000 muertes por violencia el pasado año, según datos del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). Para no perder las costumbres, Venezuela acusa a Estados Unidos de ser el responsable último de la violencia que sacude el país desde el pasado mes de febrero. John Kerry, el secretario de estado, ha sido acusado de “asesino” por “fomentar los disturbios violentos” en el país. El presidente Maduro advirtió a Washington que, “pese a sus esfuerzos, están fracasando en su intento de promover la desestabilización de Venezuela”. Kerry admitió que el Gobierno de Estados Unidos estaba contemplando la posibilidad de imponer algún tipo de sanción a Venezuela por la dureza de las protestas que están teniendo lugar en el país, aunque añadió que, al menos de momento, confiaban en el diálogo y en la pronta resolución de los conflictos. Aun así, el general John Kelly, jefe del comando sur del país, advirtió que “la situación [en Venezuela] se está cayendo a pedazos y, salvo que no ocurra un milagro, que provoque que la oposición o del Gobierno de Maduro se replieguen, va a precipitarse hacia la catástrofe económica y democrática”.