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GIBRALTAR

Aumenta el plazo para que España y Reino Unido zanjen el futuro del Peñón

Por Noelia Hernández MartínTiempo de lectura3 min
España26-06-2002

El tiempo todo lo cura, por eso, los contrincantes del partido España-Reino Unido han pedido tiempo muerto en sus negociaciones. Ambos países se pasan la patata caliente sin ceder ni un ápice en cuestiones que cada uno de ellos considera innegociables.

A pesar del abismo que se alza entre España y Reino Unido respecto a Gibraltar, ambos Gobiernos se resisten a admitir públicamente la posibilidad de que las negociaciones acaben rompiéndose. El ministro de Asuntos Exteriores inglés, Jack Straw se reunió el pasado día 16, con su homólogo español, Josep Piqué en una cena informal en su residencia oficial en Londres. Las dos partes resaltaron su intención de seguir adelante con las conversaciones, y emplazaron el diálogo a una reunión formal del Proceso de Bruselas que se celebrará el próximo 12 de julio en Madrid. El portavoz del Partido Popular en la Comisión de Exteriores del Congreso, Gustavo de Arístegui, calificó de "extraordinariamente positiva" la reunión del miércoles. Sin embargo, en las filas del partido Laborista inglés se respira una actitud más pesimista. La diputada laborista Lindsay Hoyle declaró al diario conservador The Daily Telegraph que las negociaciones están "a punto de finalizar" y que "ahora las conversaciones se centran en cómo ambos países pueden salvar el tipo". De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué ha admitido que "dificilmente" España y Reino Unido podrán alcanzar un acuerdo sobre Gibraltar en la reunión formal del Proceso de Bruselas del 12 de julio. En esta reunión es muy posible que ambos Gobiernos acuerden un nuevo calendario de negociaciones, ya que los contactos técnicos están interrumpidos. Aunque en un principio se habló de que, además de la reunión de julio, habría otra antes de las vacaciones estivales, es muy probable que los contactos no se reanuden hasta octubre. Lo cierto, es que las negociaciones se alargan debido a las dificultades, una serie de desavenencias que han tomado peso gracias a las voces de los que se niegan a la cosoberanía de la colonia. Entre ellas, resuenan las voces de los gibraltareños, que se oponen a estar gobernados por España. El ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana reivindica la autodeterminación de la colonia británica y ha reclamado que se rechace cualquier acuerdo bilateral entre España y el Reino Unido en el que no participe el Gobierno del Peñón y no sea aprobado en referéndum por sus habitantes. Al principio, Londres no les hizo mucho caso, pero el eco de su protesta creció a medida que otros sectores de la sociedad británica manifestaban su malestar. De esta forma, esta reivindicación de los gibraltareños se ha convertido en una de las grandes diferencias que se interponen entre ambos países a la hora de sellar un acuerdo. Así, mientras que Reino Unido quiere someter a consulta entre los gibraltareños cualquier acuerdo al que llegue con España, y respetar a rajatabla su resultado, España entiende que esto supondría ceder a los gibraltareños el derecho de autodeterminación, y podría traer problemas con el Ejecutivo del País Vasco, que podría reivindicar un referéndum a través del cual la población de Euskadi pudiera pronunciarse sobre la cuestión de la autodeterminación. Entre los sectores de la sociedad británica que se niegan a la cosoberanía de la colonia, destaca el ministro de Defensa, Geoff Hoon, que refleja la escasa disposición de los servicios secretos británicos a compartir la soberanía sobre la base naval de Gibraltar, desde la que Gran Bretaña controla el intenso tráfico civil y militar que atraviesa el Estrecho. Asimismo, Reino Unido se empeña en que cualquier acuerdo ha de ser definitivo. Dado que lo que se contempla es que ambos países compartan la soberanía del Peñón, España renunciaría a lograr algún día la plena incorporación de la Roca a su territorio. Y eso es lo que el Gobierno español se resiste a aceptar. Ante esta serie de dificultades, la solución parece ser darle tiempo al tiempo: no admitir que las negociaciones han fracasado, pero sí que necesitan un plazo más amplio para que los obstáculos decrezcan y puedan desaparecer.