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FALLECIMIENTO

El cine dorado pierde su brillo

Por Pedro Plasencia MartínezTiempo de lectura4 min
Espectáculos16-12-2013

Los nombres de Peter O'Toole y Joan Fontaine resuenan como dos grandes y viejas estrellas del Hollywood más clásico, aquel que evocaba un período dorado donde directores de la talla de David Lean y Alfred Hitchcock competían con superproducciones mastodónticas para la época y con técnicas narrativas insólitas, sin ordenadores ni superhéroes de por medio.

Y es que pocos actores han conseguido ser respetados con ese aura de nobleza tan característico, digno de las más ilustres instituciones. El cine y las redes sociales lamentan ambas pérdidas mientras los familiares de los actores agradecen su apoyo y piden intimidad para pasar este duro trance. No siempre los mejores se van siendo jóvenes, tanto el caso de O'Toole de 81 años como el de Fontaine de 97, se da precisamente lo contrario. Son dos ejemplos de veteranía que dejan claro que la madurez tiene un sitio importante en cualquier obra audiovisual y que la vejez no es siempre un impedimento. De orígen irlandés, el pequeño Pete vino al mundo en una fecha y paradero desconocidos incluso para el propio actor, quien no sabía con seguridad si su procedencia correspondía a Connemara o Leeds. Su infancia quedó marcada por la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos a Inglaterra. El conflicto bélico llevó a su familia a internarle en un estricto colegio católico para su protección, lugar donde ingresó como un estudiante más, sometido a los malos tratos de la época. O'Toole padeció esta disciplina autoritaria fundada a base de golpes y castigos hasta los 15 años, momento en el que buscó un trabajo primero como periodista y fotógrafo, después como señalero en la Armada Real y finalmente como actor en la Academia Real de Arte Dramático. Poco después, tras unas breves apariciones televisivas, llegaría un éxito creciente que se iniciaría con Salvajes inocentes compartiendo pantalla con Anthony Quinn, y alcanzando la cumbre en la ambiciosa interpretación de una leyenda de la Primera Guerra Mundial, la del coronel Thomas Edward Lawrence. El extenso largometraje de Lawrence de Arabia en 1962 supuso un antes y un después en la forma de concebir cine y de recaudar taquilla. La aventura por el desierto estuvo a punto de costarle la vida a O'Toole. Durante una escena del rodaje el actor se cayó del camello en medio de una carga militar, y según cuentan sus compañeros de reparto, fue el animal quien le protegió de morir aplastado. El riesgo mereció la pena, la cinta fue premiada con siete Premios Oscar, cuatro Baftas y cuatro Globos de Oro y sigue siendo recordada a día de hoy como una de las mejores películas del siglo XX por la fidelidad de su ambientación, por su estética y por el costoso trabajo de producción. Famoso por haber interpretado numerosos dramas históricos, O'Toole era un artista apasionado del teatro y de la cultura clásica. Sus interpretaciones en Becket, El león en invierno o Masada siempre tuvieron una base literaria sólida muy influenciada por la prosa y el estilo shakespeariano. Su larga carrera recoge una galería de personajes sumamente conflictivos que se debaten en una lucha interna, a menudo trágica. Su problema con la bebida y el cáncer en el estómago que le diagnosticaron a finales de los años 70 le apartaron poco a poco del cine, limitándole a personajes secundarios menos recordados como el mayordomo de El último emperador o el monarca Príamo en Troya. Sus hazañas en el medio cinematográfico fueron recordadas en el año 2003 con un premio honorífico a toda su carrera, de la que se despidió el año pasado en un comunicado. Fontaine, que nació en Japón en 1917, tuvo que lidiar con el divorcio de sus padres desde los primeros años de vida, conviviendo con su madre, la actriz Lilian Augusta Ruse y con su hermana y futura rival Olivia de Havilland. De complexión débil y salud enfermiza, Joan consiguió superar sus limitaciones en Estados Unidos eligiendo su vocación a una edad muy temprana. Su salto al cine vino de la mano de la RKO, uno de los cinco estudios o majors con mayor solvencia económica de la industria. Películas como No More Ladies(1935) de Griffith y Cuckor o Señorita en desgracia(1937) le consiguieron una complicidad con el público femenino de la época, así como la adoración de Hitchcock. Con este último director se produciría la colaboración más fructífera y mejor recordada. Trabajos como Rebeca con Laurence Olivier (1940) y Sospecha (1941) con Cary Grant, cosecharon excelentes críticas en los medios, haciendo famosa la prenda con el mismo nombre en España y facilitándole su primer Oscar. Pesos pesados del cine como Orson Welles o George Stevens la eligirían también en cintas destacadas como Otelo o el drama sobre el alcoholismo Una razón para vivir . Su última aparición en la pantalla grande sería en el año 1966 con el largometraje de terror Las Brujas. La actriz volvería gracias a la televisión al mundo del espectáculo dos décadas después, protagonizando la serie Dark Mansions, presentando su polémico libro No fue un lecho de rosas y contando las anécdotas más ocultas de Hollywood. En 1989 sería galardonada en un homenaje a su carrera artística durante la celebración del Festival de San Sebastián.