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POLÍTICOS DE LA TRANSICIÓN

España vive una especie de transición

Por Rocío LinaresTiempo de lectura3 min
España19-09-2012

La política de reconciliación presidió la Transición. No podía ser de otro modo, para dar lugar a una Carta de derechos y libertades que ha perdurado más de treinta años en la historia.

Aunque ya se había dado a conocer y los españoles lo esperaban, Juan Carlos se convertiría en el Rey de España. Un estado que pasaba de 36 años de dictadura a la incertidumbre, con un monarca como Jefe de Estado y un presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, que acabó dimitiendo. Sería Adolfo Suárez el primer mediador en el camino hacia la democracia. En las reuniones no faltaron las tensiones pero triunfaba la reconciliación, y más importante, ganaba España. En 1977 la legalización del Partido Comunista fue un acto de auténtica valentía por parte del Rey y del Presidente del Gobierno porque les enfrentaba con los generales y la extrema derecha pero en cambio, eran conscientes de que la transformación democrática necesitaba de movimientos que arrastraran con fuerza a la participación y el PCE era ese aliento de miles de afiliados. Esta es la primera prueba de la prioridad del bien general por encima de intereses partidarios. Según el propio Carrillo, los comunistas que iban a la Transición pretendían superar el pasado. El fin era levantar un estado social, un estado de bienestar. Un sistema electoral en el que el pueblo participara en la construcción del Parlamento, conseguir la pluralidad política real. Más cultura e interés por el conocimiento, reconocimiento de los derechos y la igualdad de todos los ciudadanos. Fraga, al frente de Alianza Popular, reconoció en su momento que la formación política era partidaria de una evolución distinta a la que había marcado la etapa de Franco. Pero se presentaba un dilema, encauzar una incógnita que era el futuro de España hacia la democracia, de manera decisiva e inmediata o hacer una parada y reflexionar sobre lo que habían sido los treinta años anteriores y buscar una cierta continuidad al franquismo que ya estaba agotado. “La cuestión inicial era no repetir las trincheras del pasado y conseguir que llegaran al campo democrático los hijos de los que habían sido sus adversarios”. Con estas palabras del recién fallecido líder comunista hacía referencia a una idea que hoy debería estar presente de nuevo: “no hay que permanecer anclado en el pasado, aunque haya dejado ciertas deudas pendientes”. Hoy, cuando son los ciudadanos quienes piden en la calle una reconstrucción de la democracia, es precisamente el momento en que afloran las deudas, los errores del pasado y los discursos de reproches. Estancados, en cierto modo, en una crisis que ha contagiado la economía, la política y a la sociedad, España necesita luchar antes que por su recuperación, por mantenerse unida. Igual que en 1975, se necesita de una decisión firme y consensuada que encamine al país hacia el futuro, el más inmediato, el de la recuperación. La transición se logró fundamentalmente gracias a la actitud del Rey y sus colaboradores. Después de dos siglos de constituciones en el que media España hacía un texto contra la otra media España, se logró redactar un conjunto de derechos y libertades que han dado los años más prósperos a nuestro país.