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POLÍTICOS DE LA TRANSICIÓN

La clase política de la transición deja la herencia del consenso y la reconciliación

Por Rocío LinaresTiempo de lectura4 min
España19-09-2012

La política de reconciliación presidió la transición española. Por aquel entonces, se respiraban fuertes convicciones democráticas para participar en la construcción de una nueva España, y la clase política paseaba valentía y orgullo nacional. Hoy hacemos memoria de nombres propios y protagonistas del momento que fue clave para dar paso a los treinta años más prósperos de España. Esos hombres son una generación de valientes que bien por edad o por enfermedad, están abandonando su papel de maestros para quienes hoy se aventuran en el ejercicio de la política.

El último de estos ejemplos ha fallecido recientemente. A los 97 años de edad moría Santiago Carrillo, el histórico dirigente del Partido Comunista, revolucionario en su juventud pero comprometido en la formación de un nuevo país después de la dictadura de Franco. Supo superar las diferencias ideológicas con el Gobierno de Adolfo Suárez para apoyarle en el proceso de democratización, un proyecto para el que fue legalizado el Partido Comunista. Desde entonces supo calmar sus ansias de revolución para convencer con un partido que trabajaría por la democracia, una moderación que le valió ser uno de los protagonistas de este período de la historia. A principios del año 2012 moría Manuel Fraga Iribarne, refundador de la derecha española. Su obra, por así decirlo, se encarna en el Partido Popular, o en el Partido Popular que nacía en el año 1989. A él se le debe la elaboración y la lucha por la aprobación de la Ley de Prensa de 1966 que abría el camino a los medios de comunicación y eliminaba la censura previa. Además de actuar en el campo de la comunicación, como ministro de Turismo abrió España al mundo, la decisión que más tarde conformaría una circunstancia favorable para el período de democratización. Todo esto durante la dictadura de Franco pero después vendría su mayor contribución a la reconciliación entre los españoles. Fue ponente constitucional y colaboró en el logro de la aprobación de la Carta Magna. El mismo Fraga contó que fue él quien presentó a Carrillo públicamente, indicando de esta forma hasta que punto estaban dispuestos a llegar desde Alianza Popular para consensuar el camino de la transición. Alfonso Guerra tiene hoy 72 años y puede contar con ser el único diputado que renueva su puesto desde el período de democracia y esto le convierte en el más antiguo de la Cámara. Fiel desde su juventud al socialismo del PSOE donde ha ocupado en la historia diferentes cargos de importancia. Testigo además de colaborador en la gestación de la Constitución estando presente en numerosas reuniones secretas que se celebraban para debatir el texto final. Guerra opina que se hizo lo que España estaba necesitando en aquel momento. Poco o nada le cuesta ponerse en la posición del otro y entender porque aprendió a comprender antes que juzgar. Adolfo Suárez fue, a sus 44 años, presidente del Gobierno en una España de profundos cambios, desde 1976 hasta 1981. Valentía y también prudencia, capacidad de integración e intuición son algunos de los reconocimientos que se le atribuyen como cualidades clave en el momento en el que le tocó gobernar. En la actualidad está alejado de la vida pública por el padecimiento de una demencia senil degenerativa. El alzheimer se está llevando de él todos los mejores recuerdos de su “hazaña” en el camino de la transición. De él, una de las mayores lecciones que hoy se pueden conservar, es la capacidad y muestra de interés por el entendimiento del otro. Hace cuatro años que murió Leopoldo Calvo-Sotelo quien fuera presidente del gobierno español durante menos de un año. La votación a su candidatura se celebraba en una fecha especialmente señalada en la actualidad: el 23 de febrero de 1981, día en que el teniente coronel Antonio Tejero pretendía dar un golpe de Estado militar irrumpiendo en el Parlamento. Gobernó durante un momento en el que se sucedían numerosas revueltas populares, además el paro, y la debilidad de la coalición política eran la tónica revolucionaria de la sociedad. No tenía enemigos y sus relaciones eran siempre cordiales incluso con sus compañeros en política aunque de ideologías opuestas. Fiel defensor de sus convicciones, con respecto a la vida y la libertad, también dialogante en los momentos de necesidad. Como su antecesor, Suárez, era moderado en las formas y luchador por el consenso. Siempre ha habido sectores que no están a gusto ni consigo mismos. Sin embargo, éstos fueron políticos de un lado y de otro que reconocieron las exigencias de España en aquellos momentos: unión, concordia, actuación y convicción. Todos acertaron al ver que era el momento de superar las viejas heridas del pasado y emprender la senda de la reconciliación. Fueron capaces de dar preferencia al interés general sobre el oportunismo y las ventajas individuales. Sus herencias como clase política están siendo enterradas con los testimonios de sus descendientes.