Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CREAR EN UNO MISMO

¡Simplifica!

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión30-01-2012

Un buen amigo mío, hijo de militares, siempre me pone el mismo ejemplo sobre la grandeza de los ingenieros españoles: los alemanes se quedaban alucinados cuando nuestro ejército desmontaba un panzer y, al volverlo a montar, no sólo sobraban piezas, sino que el tanque funcionaba mejor que antes. Es de esas historias que, si no es verdadera, parece bien contada e introduce el tema que nos ocupa: un elogio a la simplicidad. El hombre moderno, que ha desarrollado infinidad de disciplinas y conocimientos en los últimos siglos con la pretensión de lograr una mayor autonomía, se encuentra hoy en una terrible encrucijada: la vida es tan compleja que ya no nos bastamos a nosotros mismos. Ni siquiera podemos comprender el mecanismo básico de la mayoría de las cosas que usamos a diario. Paradójicamente, los hombres que más han luchado en nombre de la “autonomía de la razón”, son los hombres menos capaces de explicar cómo funciona su propio mundo, los más necesitados de fe y confianza en otros (y en los productos, discursos y acciones de otros) para desenvolverse en su vida cotidiana: la economía, la declaración de la renta, el smartphone, la medicina, los estudios, los viajes, el tom-tom para llegar a destino, la reputación en las redes sociales, la lavadora, la TDT, la burocracia… todo es demasiado complicado. Necesitamos a alguien que nos lo explique e, incluso, que tome las decisiones p or nosotros. En este panorama, la simplicidad cobra un valor que nunca había tenido hasta ahora. Valoramos más a las personas que pueden explicarnos algo que a la explicación en sí. Valoramos más que otros hagan las cosas por nosotros (con el riesgo que eso conlleva) que enfrentarnos a tener que hacerlas por nosotros mismos (¡No nos da la vida!). Empezamos incluso a valorar el tener muchas menos cosas, siempre que una de esas cosas nos ahorre todo aquello para lo que antes necesitábamos más cosas. Identificamos simplificar con reducir, organizar, ahorrar tiempo y esfuerzos y confiar en otros (delegar). Podemos y debemos (no nos queda otra) simplificar muchísimas cosas. Sin embargo, si somos sensatos, no querremos que todo sea simple o sencillo. Esta lógica funciona para todo lo que en el fondo, no es importante o determinante para nosotros. Yo no querría simplificar a mi mujer (aunque a veces tenga la tentación), ni a mis amigos, ni las mejores novelas, ni mis estudios… Quiero simplificar todo lo demás, para poder dedicarme a estas otras cosas -y personas- por entero. No obstante, también con ellas puedo simplificar mi relación: abandonando lo accesorio y superficial y dedicándome a lo esencial. John Maeda, director del Consorcio de la Simplicidad del Instituto Tecnológico de Massachusetts, nos ofrece esta sencilla clave de la simplicidad: aprendizaje. “El conocimiento lo simplifica todo”. Si queremos hacer sencillo lo importante, si queremos ser importantes para otros en este mundo (ser de esas personas capaces de explicarles algo a muchos otros), hay una sola clave: aprender. Dicho de otra forma: “¡Simplifica! –es decir- ¡Aprende!”.