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EGIPTO

Egipto y su transición hacia la democracia

Por Caterina CrespoTiempo de lectura3 min
Internacional04-12-2011

Los egipcios demuestran desde el pasado febrero que quieren reformas, están viviendo una transición, una ruptura con el pasado, en la que los Hermanos Musulmanes tienen mucho por hacer. Su triunfo significaría un nuevo cambio para el país, ya que desde 1954 estuvo su partido prohibido. Las elecciones en Egipto acaban de empezar y ya apuntan vencedores. Pero entre los menos populares se encuentra el ex mubarakista Kamal Ganzury. Los Hermanos Musulmanes son el partido más fuerte y mejor organizado, con su partido, Libertad y Justicia, han establecido un pacto tácito con la Junta Militar y se mantienen alejados de las protestas.

En Egipto se respira un ambiente de inseguridad, descontento popular y amenazas militares. Alrededor de 50 millones de personas deberán elegir a los 498 miembros de la Asamblea Popular o Cámara Baja, y a los 180 miembros de la Asamblea de la Shura o Senado del Parlamento. De momento, todo parece indicar que el partido de los Hermanos Musulmanes será el que se alce con el poder. Las democracias islamistas se imponen en los países que se alzaron en la primavera árabe. El secretario general del partido fundamentalista salafista Al Nur, Emad Abdel Gafur, aseguró que defenderán "un papel completo" de la mujer, pero conforme a las normas de la sharía o ley islámica, y quitó importancia a los temores despertados por el éxito de su formación en los comicios en Egipto, de momento, en segundo lugar. "Creemos en la democracia como método de alternancia en el poder y en el papel completo de la mujer conforme al marco de la sharia", declaró Abdel Gafur a Efe. Según los resultados oficiosos difundidos por un portavoz de la Comisión Electoral, el partido salafista (fundamentalista islámico) ha conseguido un 24 por ciento de los votos en la fase inicial de las elecciones legislativas y se ha situado por detrás del grupo político de los Hermanos Musulmanes, el Partido Libertad y Justicia (PLJ), que logró un 36 por ciento. Abdel Gafur rechazó la inquietud suscitada dentro y fuera de Egipto por el avance de su partido y señaló que quienes les temen son aquellos que les conocen a través de sus adversarios. En política internacional, afirman respetar “los acuerdos internacionales firmados por Egipto, incluido el tratado de paz con Israel", según aseguró el dirigente de Al Nur, que se mostró convencido en "la importancia de la convivencia y de la paz internacional y del equilibro de las relaciones norte-sur". En Egipto, la caída de Mubarak ha traído, de modo inevitable, el ascenso de los islamistas Hermanos Musulmanes, que aspiraban a obtener el 40 por ciento del voto en las elecciones parlamentarias comenzadas esta semana. Después de 30 años de dictadura, el país del Nilo se ha convertido en palenque de tres fuerzas cargadas de tenacidad. Por un lado los revolucionarios de la Plaza Tahrir, que en noviembre volvieron a ser vapuleados por el ejército y la policía. Por otro lado los islamistas, que han abandonado la protesta para asegurarse su triunfo en las elecciones parlamentarias. Y por encima de ellos, la junta militar formada por los 24 generales que aceptaron el sacrificio de Mubarak, pero quieren preservar poder y privilegios. El pacto tácito entre el ejército y los Hermanos Musulmanes es ya algo más que una hipótesis. Los revolucionarios laicos, que sólo tienen como figura prominente al veterano diplomático El Baradei, exigen la retirada inmediata de los militares a los cuarteles. Los islamistas moderados se han desmarcado de la protesta de Tahrir y confían en culminar el agotador proceso electoral diseñado por la junta militar el voto se prolonga hasta el mes de enero para convertirse en la primera fuerza política de Egipto. Sus hermanos radicales, los salafistas, actúan entre bastidores desarrollando una red de asistencia social en las zonas rurales que en su día dará rentas políticas. El resultado final de los procesos abiertos en todo el norte de África permanece incierto. No obstante, los movimientos islamistas son con diferencia los grupos mejor pertrechados en el mundo árabe, tanto en el terreno de la propaganda como en el de la logística, y ahora se hace palpable en las urnas. La religión y los principios clasistas son los principales problemas para los jóvenes que llevan meses buscando un cambio hacia la democracia. Lo que empezó siendo la primavera árabe acabó convirtiéndose en el invierno y todavía les queda mucho por hacer. El ejemplo más singular es Túnez, el país árabe más avanzado en materia de igualdad. La lucha contra el régimen de Ben Alí abrió en enero la serie de revoluciones árabes en todo el mundo y los países están ahora instaurando la democracia en sus ciudades.