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TOROS

Morante puso el duende y El Juli la madurez en Vistalegre

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos28-02-2011

Dos carteles de relumbrón citaron a los aficionados a ver toros en Madrid el último fin de semana de febrero. Y, el domingo, en Vistalegre fue donde se degustó el toreo embrujado de José Antonio Morante de la Puebla con un torito de Núñez del Cuvillo. Domina los titulares de la masa periodística taurina que acudió al segundo coso de la capital de España: Morante, Morante, Morante.

Desde los tendidos, que apenas se llenaron en tres cuartos (¡las entradas estaban a precio de marisco, señores empresarios!), se escucharon predispuestas palmas aflamencadas y gritos de "eres el número uno". Con el público en el bolsillo, José Antonio se emborrachó con la muleta, sobre todo en algunos momentos de la faena a su segundo oponente, de Núñez del Cuvillo. Y pareció detener el tiempo cuando prolongaba la muleta por encima del lomo bajito del presunto astifino. Toreo grande en la Feria de Invierno de Madrid. Sí, pero Vistalegre, si no falla la memoria, es plaza de segunda categoría. Las huestes morantistas sólo tenían ojos para su torero. Excluyen al resto. De nada sirvió que un predispuesto, asolerado y elegante Juan Mora regalase el sobrero. Quien tuvo retuvo, dicen. Tampoco le sirvió a Manuel Jesús El Cid que en su DNI pusiese Salteras para hacerse con el apoyo de la sevillanía que acudió a Vistalegre. Manuel no terminó de acoplarse con un lote tan blandito y minúsculo como sus hermanos, molinos de viento que se quisieron ver cuando toreaba Morante. El Cid sustituía a Sebastián Castella, que se había lesionado en América, y se ganó la foto de la puerta grande junto a Morante. De primer nivel fue la inteligencia que demostró Julián López El Juli la primera de las dos tardes de la Feria de Invierno. El sábado 26 el madrileño demostró dominio, sapiencia y valor. Sólo cuando arriesgó arrancó las ovaciones más fuertes de un público que parece hacer más caso al sentimiento que a los cánones. Julián está cuajado, maduro, hecho. Pero corre el riesgo de que con él parece que torear es fácil. Sumó una oreja de cada uno de sus toros y salió en hombros junto a sus compañeros de cartel. Alejandro Talavante fue el único del paseíllo que se llevó las dos orejas de uno de los astados de Domingo Hernández -tan noblotes como blandos-, y lo hizo a hilo de pitón, practicando el toreo más vertical. La concurrencia le premió con las dos orejas de uno de sus toros. El tercero en discordia fue José María Manzanares, que volvía después de una larga convalecencia y un rosario de operaciones. Pero no terminó de volver a pesar de sumar los dos apéndices necesarios para salir en hombros de la antigua Chata. Ya es hora, torero.