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ANÁLISIS DE CULTURA

El teatro pierde el norte

Fotografía
Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura22-11-2009

El todo vale impera en las artes. La eclosión de la novedad es ya una burbuja a punto de estallar. El potencial humano no tiene límites en la cultura, pero roza la moralidad hasta el punto de dejarla en el aire. Y con todas estas rígidas afirmaciones me refiero a la realista idea de la agencia de promoción de las artes de Reino Unido. El Arts Council ha decidido, sin pensar en las consecuencias, pagar 15.500 euros a una bailarina epiléptica para que sufra un ataque en el escenario. Lo más inquietante de esta historia es el objetivo con el que se representa: como un “estudio de los interfaces físicos entre la danza, el movimiento y la epilepsia”. Las críticas no se han hecho esperar, pues la artista que transmitirá estas sensaciones tendrá que pasar 24 horas sin dormir, sin comer y lo que es peor, sin medicación, para así incentivar que la afectada sufra un ataque con el público delante. Todo ello acrecentado con estimulantes para aumentar la actividad cerebral, entre los que se encuentran el alcohol y el tabaco. ¿Saldrá viva de esa representación? ni tan siquiera una persona sana podría aguantarlo sin sufrir importantes consecuencias para su salud. Un gran interrogante se abre en las asociaciones de apoyo a los enfermos epilépticos del país. Y es que este acto, grotesco para muchos, estará sufragado con dinero público. Para la compañía que lo produce es una representación ingeniosa. Incluso la misma paciente y actriz pretende así cambiar la visión de la epilepsia de cara al espectador. Para muchos otros, se trata de una ocurrencia inhumana y cruel. El teatro puede servir como instrumento de denuncia de malos tratos, de corrupción política. Puede ser transgresor, ambiguo, pero nunca peligroso ni tampoco antinatural. Este arte es siempre ficticio, jamás puede traspasar el umbral de los propios sentimientos y sensaciones del actor tras el personaje que encarna. Tampoco debe rebasar la dignidad del ser humano, pese a que en el arte todo sea posible. La renovación del género dramático teatral ha generado este tipo de representaciones, donde se busca expresar la angustia de la mejor manera posible en el llamado teatro de la crueldad de Antonin Artaud. El problema de este tipo de obras es que consiguen que el espectador salga del teatro más preocupado por el trauma que le ha causado la obra que por el verdadero fin de esta (en este caso hacer ver al público la otra cara de la epilepsia). Con esta obra lo que pueden conseguir es que los espectadores abandonen la sala con esta sensación, que en su momento verbalizó Groucho Marx: “He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso”.