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SIN CONCESIONES

La prostitución de los medios

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión16-11-2009

La de periodista es posiblemente una de las profesiones que más rápido está perdiendo la dignidad. Por suerte no llega al extremo de la Justicia, donde el abogado se ve forzado a defender la inocencia de un cliente aunque tenga la certeza personal de que es culpable. Montesquieu dividió el estado moderno en tres poderes y los teóricos postmodernos añadieron con acierto a la prensa como cuarto poder. Sin embargo, mal camina la sociedad cuando la Justicia y el Periodismo vulneran a diario los principios de la verdad, la honradez y el contrapoder al Ejecutivo y el Legislativo, para los que fueron ideados. Quienes ejercemos esta apasionante profesión convencidos por Gabriel García Márquez de que es "el oficio más bello del mundo" nos sentimos vulnerados e infravalorados cada vez que escuchamos una tertulia de desinformados, contemplamos toda clase de vulgaridades en un Gran Hermano y se paga un millón de euros por contratar como presentadora de televisión a una mujer de medidas pluscuamperfectas como Pilar Rubio. La sensación alcanza tintes depresivos cuando Gobierno y oposición alcanzan un pacto de estado para nombrar a un político octogenario como nuevo presidente de RTVE. No es falta de respeto a quien podría ser nuestro abuelo. Es simple y llanamente que el propio Alberto Oliart ha reconocido no tener ni idea de televisión. ¿Pondrían a un analfabeto al frente del Ministerio de Cultura? ¿Darían las riendas del Ministerio de Economía a un quebrador de empresas? ¿Podrían en el Ministerio del Interior a un estafador? La respuesta es sencilla: no, no y no. Nadie lo haría. Entonces, ¿por qué eligen a un analfabeto audiovisual reconocido para dirigir el ente público? Todo es fruto del consenso político. Pero cuando el empeño por lograr un cuerdo es más prioritario que el contenido del mismo, la vida se convierte en una farsa. En estos casos, el consenso se transforma en un matrimono de conveniencia en el que no cree ninguna de las partes y queda condenado al fracaso. Lo de menos es que un octogenario presida RTVE. Lo grave es que sea un político, otra vez. Lo grave es que no tenga conocimientos de radio y televisión. Lo grave es que esta sea la mejor solución que puedan acordar PSOE y PP. Lo grave es que este sea el resultado de una negociación personal entre Zapatero y Rajoy. Lo grave es que los medios de comunicación públicos estén controlados por políticos y que los privados estén supeditados a la doctrina política de los afines. Lo grave es el periodismo de trincheras que asola el país. Aún más grave es la falta de ecuanimidad de muchos periodistas. Es muy grave que la objetividad esté cada vez peor vista y que la neutralidad se identifique con frecuencia como un síntoma de pertenencia al adversario. Es gravísimo que los ciudadanos demanden la Verdad pero los medios únicamente les ofrezcan ideología. Así es como una profesión admirable deja de ser admirada y poco a poco pierde la dignidad. Podemos responsabilizar a los políticos porque tienen mucha parte de culpa, pero nosotros somos los primeros que debemos cambiar para recuperar la nobleza de la profesión.