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EUROBASKET

La selección española conquista en Polonia su éxito más sufrido

Fotografía
Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura4 min
Deportes20-09-2009

La maldición del Eurobasket, torneo en el que España había perdido las seis finales que había disputado, se esfumó en Polonia a base de buen juego y mucho sufrimiento. El campeonato continental comenzó como un camino de piedras para el equipo de Sergio Scariolo, que vivió toda una odisea durante los primeros partidos. Pero la casta de la mejor generación de jugadores españoles entró en escena en el momento apropiado para desplegar una alfombra roja a cuyo término esperaba el oro. Con un juego exquisito, España barrió a los mejores equipos del torneo y conquistó, al fin, el título europeo.

España llegó a Polonia con la presión de portar el cartel de máxima favorita y con ciertas dudas tras una dolorosa derrota ante Lituania en el último encuentro de preparación. Un ambiente ligeramente turbio envolvía a la selección. Y, ya en el partido inaugural, las brumas se tornaron en nubarrones. Serbia, un equipo de jovenzuelos con escasa experiencia internacional, dio a la veterana y exitosa España una lección de táctica defensiva e inició el calvario del combinado nacional. España notó la baja de varios lesionados y se mostró floja en el aspecto físico, pero sobre todo lastró una importante laguna en el aspecto anímico ante rivales de menor entidad. Contra la modesta Gran Bretaña, en el segundo partido, los de Scariolo estuvieron a punto de verse apeados del torneo, aunque acabaron venciendo. Ante Eslovenia, en tanto, la victoria llegó también con problemas, en la prórroga. Y con ella España cerró una primera fase que dejó a todo el país con la mosca detrás de la oreja. Pero la derrota más catastrófica aún estaba por llegar. En el inicio de la segunda fase, contra Turquía, España tampoco jugó al nivel esperado y perdió, además, con una polémica adicional. En la última jugada, Scariolo escogió al debutante Sergio Llull para que se jugase el tiro decisivo y el joven escolta falló, lo que provocó una acalorada reacción de Marc Gasol. El ambiente no podía estar peor, pues las opciones de alcanzar el título se desvanecían. Sólo ganando los cinco partidos que restaban, España podría cumplir su objetivo. Pero, cuando el barco estaba a punto de hundirse, los jugadores se conjuraron para sacarlo a flote. El fiasco ante Turquía propició un asombroso cambio de mentalidad en la selección. En los dos siguientes encuentros, en los que una sola derrota les habría apartado de los cuartos de final, los jugadores españoles ofrecieron todo un derroche de entrega, coraje, intensidad defensiva y desgaste físico. Lituania y Polonia fueron las víctimas del resurgir de un equipo que volvía a convertirse en la candidata principal al oro. La metamorfosis total del conjunto de Scariolo hizo temblar incluso a Francia, la que sería su rival en los cuartos de final. Los jugadores galos ni siquiera celebraron la canasta sobre la bocina que les dio el pase a la siguiente ronda como líderes de su grupo y sin haber perdido un solo encuentro. Ya sabían que, al ganar, deberían medirse con España. Y sus sospechas se confirmaron desde el primer minuto. España, ya con todos sus hombres disponibles y asentada sobre una defensa colosal, fue un vendaval que arrasó con todo hasta acabar en lo más alto del podio. Francia padeció la furia española en cuartos de final Grecia sufrió una severa humillación en las semifinales. En la final, todo terminó contra el rival ante el que había comenzado el torneo. Pero Serbia, esta vez, sufrió la sed de venganza y el ansia de triunfo de España. España se coronó al fin campeona de Europa tras demostrar que, cuando despliega su mejor juego, ningún equipo del Viejo Continente es capaz de resistir. La clave del éxito estuvo en el nivel de intensidad defensiva que los jugadores lograron mantener –a partir de la metamorfosis de la segunda– fase desde el inicio hasta el final de cada partido. Gracias a ella, España pudo correr y demostrar el juego de velocidad e inspiración que tanto les gusta. Ello dio alas a jugadores como Rudy Fernández y Juan Carlos Navarro, que adquirieron confianza y acabaron firmando muy buenos porcentajes de lanzamiento. Pero el gran líder del equipo, sobre todo en los ataques estáticos, volvió a ser Pau Gasol. Él fue la respuesta a cada jugada que se atascaba y suya era la mano que evitaba la canasta cuando el rival encontraba algún hueco. Su soberbia actuación a lo largo del torneo –18,6 puntos, ocho rebotes y dos tapones de media–le valió el honor de ser nombrado Jugador Más Valioso (MVP). Rudy, como mejor alero, le acompañó en el quinteto ideal del campeonato. Aunque a su lado pudieron haber estado también Felipe Reyes, Navarro, Llull, Marc Gasol y un largo etcétera. Toda la selección brilló con intensidad y ofreció a la afición uno de los éxitos más agradecidos de los que ha conquistado hasta ahora. Además, Gasol y compañía, miembros de una generación, la de los juniors de oro, cuya retirada está cada vez más cercana, enseñó a sus herederos el camino que deben seguir. Los genios futuros –Ricky Rubio, Llull, Víctor Claver,… – tienen ya su primer título.