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ANÁLISIS DE DEPORTES

¿Qué falla en la selección?

Fotografía
Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura3 min
Deportes13-09-2009

Resulta complicado comprender cómo un grupo de jugadores que cuenta con el honor de ser el vigente campeón del mundo, que rozó el oro olímpico ante el todopoderoso Dream Team y que hace unos días maravillaba con su juego en los partidos de preparación se ha convertido de la noche a la mañana en un equipo del montón. De ofrecer la sensación de dominar todos sus partidos con carácter de campeón, España ha pasado –desde la derrota ante Lituania en su último encuentro amistoso– a mostrarse endeble y vulnerable en cada una de sus actuaciones. España juega mal, pierde la concentración con excesiva frecuencia y sufre para resolver aguantar el empuje de sus rivales, sobre todo en los minutos decisivos. Y todo ello denota una preocupante falta de motivación y una hasta ahora desconocida inestabilidad en el plano sicológico. Los jugadores son prácticamente los mismos, aunque la ausencia del mejor base español, José Manuel Calderón, está siendo un problema que ni Ricky Rubio, ni Carlos Cabezas ni Raúl López son capaces de resolver. La calidad global de la plantilla tampoco es menor a la del equipo campeón del mundo. Y la compenetración entre ellos debe ser casi absoluta, pues por mucho que hayan entrado un par de jugadores nuevos en la rotación, Sergio Llull y Víctor Claver, ambos se han acoplado a la perfección. Así pues, descartando todos esos posibles factores para explicar el bajón de rendimiento, sólo se me vienen a la cabeza otras tres causas plausibles: el aspecto sicológico, la influencia del nuevo entrenador y las lesiones. Empezando por el último, está claro que las constantes bajas sufridas han trastocado el ritmo de trabajo y han desequilibrado el juego. Jorge Garbajosa ofrece al bloque unas variantes ofensivas que ningún otro pívot es capaz de dar y su ausencia ha restado poderío al juego interior. También fue importante la baja de Rudy Fernández ante Serbia. Pero en cualquier caso no hay que olvidar que con Pau Gasol lesionado España fue capaz de ganar un Mundial, por lo que escudarse en esos desafortunados percances sufridos es totalmente inadmisible. Nos queda pues atenernos al cambio de entrenador y al dudoso grado de motivación del grupo para encontrar las claves del fracaso –que no será tal si consiguen recuperarse– de la selección. Ambos factores se encuentran ligados de una forma casi esencial. Uno de los principales logros de Pepu Hernández y Aíto García Reneses fue el obtener de sus jugadores unos niveles de motivación y de sacrificio incomparables. A veces el éxito en el baloncesto radica en cosas tan sencillas como bajar el culo. Y precisamente eso, dejarse la piel en defensa, es algo que esta selección ha hecho con cuentagotas durante el Eurobasket. Por encima del hambre de triunfos y el buen ambiente que reinaban en la España pre-Scariolo, en la actual selección priman la apatía, las dudas y las caras largas. Y eso es algo que debe achacársele en gran medida al entrenador. Scariolo, uno de los técnicos más inteligentes del baloncesto europeo, es un genio de la táctica. Pero en una selección tan rodada y con tantas estrellas, resulta casi más importante su labor de sicólogo, de motivador. Y ahí es principalmente donde está fallando. España tiembla cuando los rivales aprietan, se muestra inconsistente en los lanzamientos y es incapaz de mantener la concentración defensiva durante más de un cuarto. Lo peor es que la bola se va haciendo cada vez más grande. Los resultados cosechados, las malas sensaciones, las críticas y las polémicas van mermando cada vez más el ánimo de los jugadores, poco acostumbrados, por otra parte, a encontrarse en situaciones de este tipo. Ahora que el agua está ya por encima de la barbilla, parece que sólo un arrebato de casta y de orgullo –de eso Felipe Reyes puede dar más de una lección entre sus compañeros– permitiría reconducir la situación. Aunque hará falta mucho más que eso para conquistar el ansiado oro. Incidentes como la salida de tono de Marc Gasol demuestran que la fe en el técnico escasea incluso entre los jugadores. Así es imposible ganar.