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ANÁLISIS DE CULTURA

El abandono de la vergüenza

Fotografía
Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura13-09-2009

Una sede permanente de conflicto. Así es cómo vivió la ciudad de Berlín hasta hace 20 años. Una lucha constante en el seno de los corazones de muchos ciudadanos que tuvieron que dejar a sus familias por culpa de terceros. Un muro que sólo representaba un contraste de ideologías, pero que a su vez destrozó miles de familias. La nueva frontera abierta tras la caída de este duro emblema no sucedió hasta 1989, uno de los pocos momentos en los que la sociedad ha luchado con todas sus fuerzas por la paz y la justicia. Nadie confiaba en el nuevo Gobierno, y así lo pusieron de manifiesto los ríos de gente que se manifestaba por las calles a favor de la libertad. Conseguir que, 20 años después, la ciudad pueda vivir en un ambiente agradable merece un premio tan importante como el de Asturias. Porque derruir el “muro de la vergüenza” es un honor a la dignidad humana. Además de los costes que implicaron llegar a la situación actual, a la reunificación de 1990. Pero es ya un episodio más de la historia, como la muerte hace ya 10 años de una de las grandes figuras de la ópera, Alfredo Kraus, cuya voz conquistó medio mundo. Fue uno de los hitos de la lírica del siglo XX, el Príncipe de los Tenores, cuya memoria es tal que los grandes teatros de ópera del mundo, como el Covent Garden de Londres o la Scala de Milán lucieron crespones negros en señal de luto. Pocos artistas pueden llegar hoy a mostrar el talante de hoy. Pocos son los jóvenes talentos que se hacen hoy un hueco en el glorioso mundo de la ópera. Es una tarea pendiente, recobrar la vida de tan cultivada arte. Pocos son los que, como él, vivían con la máxima responsabilidad del trabajo. De hecho, el tenor sólo suspendió un concierto en una ocasión, en el Liceo de Barcelona. Porque su vocación era la de ofrecer al público el regalo con el que nació, y que quiso compartir con todos los que quisieron escucharle. Consiguió emocionar a su público, lograr que se levantara y llorara de emoción. Pero estas reacciones fueron fruto de mucho esfuerzo por parte del cantante, de trabajo incesante y diario, porque nada se nos es dado de antemano. Lo único que hemos recibido, y que no hemos logrado mantener como debería, es la naturaleza que nos rodea. Por mucho que nos sorprenda, muchas de nuestras ciudades eran antes campo de fauna y flora. Entre ellas, Nueva York, que cumple 400 años con un aspecto bien distinto al original, cuando el holandés Hudson descubrió sus parajes. Donde hoy sólo hay rascacielos y rastros de estrés y alboroto, antes sólo se oía el sonido de los árboles al son del viento, de castores y ciervos. Un cambio que, por desgracia, nos domina a todos.