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CASO GÜRTEL

El caso Gürtel impide el despegue de Rajoy en su año triunfal

Fotografía
Por Martín CastroTiempo de lectura2 min
España17-07-2009

El caudal de optimismo y satisfacción con el que navegaban los populares hace poco más de un mes, tras la victoria en las europeas, se ha ido secando y agotando a medida que subía la temperatura en los juzgados. Y es que el caso Gürtel se está alargando más de lo esperado y el río de imputaciones amenaza con tragarse a Mariano Rajoy, y con él a todo el partido.

Mariano Rajoy previno a los suyos contra la euforia y la autocomplacencia después de haber ganado las elecciones europeas, el pasado mes de junio. El ánimo a cuenta del triunfo electoral del 7-J se agotó muy pronto y el partido vio cómo se consumía el impulso de la victoria ahogado en la parálisis política que provoca el caso Gürtel. Muchos dirigentes ven cómo la aparente pasividad de Rajoy ante los casos de corrupción debilita su labor de oposición, que queda anulada bajo los efectos del escándalo. El caso Gürtel ha soslayado los grandes avances del PP de los últimos meses. El empeoramiento de la delicada situación de Francisco Camps -será el presidente autonómico que se sentará en el banquillo- y la terquedad tanto de Rajoy como de Luís Bárcenas en omitir la dimisión del segundo, a pesar de que el Tribunal Supremo avanza hacia su imputación, amenazan con costarle muy caro al PP. No obstante, su jefe hace gala de una actitud impasible y no parece que le afecte lo más mínimo las incidencias del día a día. Hay que decir que Francisco Camps no se lo ha puesto fácil. El presidente de la Generalitat ha centrado toda su estrategia en la vía judicial. Se ha negado a dar explicaciones a los ciudadanos ante los medios de comunicación y tampoco las ha dado en sede parlamentaria. Ha llevado además a Mariano Rajoy a cerrar filas en torno a él, colocándole en una situación que, pese a los resultados electorales, no deja de ser comprometida para el propio Rajoy por la sensación de debilidad que transmite a la hora de gobernar su propio partido. El PP está dividido. Por un lado está Rajoy, que rompió un silencio de dos meses sobre los casos de corrupción que afectan al PP. En su reaparición, Rajoy tuvo la precaución de poner un énfasis menor en defender a Luís Bárcenas de las acusaciones por las que éste prestará declaración próximamente, que en desmentir que estuviera sometiéndolo a chantaje. Pero siguió ofreciéndole su respaldo y despachó el asunto como si el órdago de Bárcenas a la dirección del PP fuera una especulación sin fundamento. Por otro, los dirigentes populares, que están deseando librarse del tesorero, pero que tendrán que esperar a que el Tribunal Supremo decida solicitar el suplicatorio para imputarle porque Mariano Rajoy dejó claro que no cambiará de posición ni dejará que «el ruido» le distraiga de sus prioridades.