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TOROS

La mala suerte escribe a Jandilla en la historia más luctuosa

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos10-07-2009

Verano sangriento. Así tituló Hemingway una particular obra en la que narraba la rivalidad en los ruedos de Dominguín y Ordóñez. Gracias a obras como aquella la Fiesta de los toros ha cruzado fronteras, pero no siempre ha caido en buenas manos. Esta Fiesta, como dijo un taurino, es "bestial, brutal y bárbara" y los toros, evidentemente, embisten para matar. Por desgracia, a veces lo logran.

Es evidente. Pero por si alguien no se había enterado, la sequía de información estival y la consideración inexplicable de los Sanfermines como una fiesta aparentemente no taurina, en la que muchos banalizan el riesgo y la profesionalidad, llevó a las primeras planas la semana pasada la muerte de un corredor en el encierro pamplonés. El bicho asesino en cuestión se llamaba Capuchino, quién no lo sabe a estas alturas. Y, por si hay algún despistado, pertenecía a la ganadería de Jandilla. Ahora resulta que con este trágico accidente el hierro de Jandilla, de golpe y porrazo, se vuelve el más temido, el más sanguinario, el que llevará el sambenito de astados criminales. Parecía que, para el común de los mortales, hasta la fecha tal título era para Miura -cuyos vástagos, por cierto, también dieron leña el domingo en el encierro-. ¿Por qué? Porque uno de los suyos, Islero segó la vida al número uno del momento, Manuel Rodríguez Manolete y, anteriormente, Miura había sido una ganadería con la que se habían retado los grandes. Ahora, los popularmente temidos miuras quedan para las últimas tardes de las ferias, ocupando un lugar en esos carteles en los que no se anuncian, precisamente, las figuras. Con Jandilla quién sabe si pasará algo parecido. Cuando un toro de esta ganadería hirió mortalmente a un mozo en Pamplona, poco se hablaba de que hace apenas tres semanas el mismísimo José Tomás había triunfado en Badajoz con toros de ese hierro. Y no fue el único, pues le acompañó por la puerta grande Miguel Ángel Perera. Más aún. La ahora sanguinaria Jandilla pasará a la historia del morbo y del atrevimiento de la ignorancia cuando aún no se ha cumplido un año desde que otro de los grandes, Julián López El Juli, indultase -o sea, perdonase la vida por su bravura- a un pariente de Capuchino. Pero, claro, aquello fue en Zafra y queda lejos. Más tiempo hace, aunque no tanto para las buenas memorias que entienden el verdadero significado de la Fiesta, que hasta un toro de la ahora sanguinaria Jandilla haya sido merecedor del Premio Carriquiri que concede la Casa de la Misericordia de Pamplona al mejor toro de la feria de San Fermín. Fue en 2005, y pocos se acuerdan de Regidor que, como suele ocurrir, también embestía para coger.