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La tiranía de la belleza

Por Alba RodríguezTiempo de lectura2 min
Sociedad01-02-2002

Ser delgada es, más que una moda, una exigencia. Las modelos que desfilan en las grandes pasarelas, las chicas que beben mucha agua y recomiendan cereales y yogures en televisión, las actrices que se pasean por la gran pantalla son, a veces, la imagen de mujeres cadavéricas, casi andróginas, sin formas, pálidas.

Esa imagen, vendida por la industria del vestido y la de la cosmética, secundada por los medios de comunicación y las empresas creadoras de símbolos se ha abierto paso en la vida diaria hasta imponerse -como si de un dogma se tratase- en la conciencia colectiva de la población. A lo largo de la historia, ha habido un canon estético que ha condicionado la actuación de millones de mujeres. En la Roma imperial, la depilación debía ser esmerada: una mujer romana tenía que eliminar todo el vello de brazos, axilas, labio e interior de la nariz. En la Edad Media, las mujeres ponían sanguijuelas en sus mejillas para lograr esa palidez que las hacía más hermosas a los ojos de sus caballeros. Entre el sofocón y el peso de diez kilos que implican soportar un corsé y las privaciones de una dieta rigurosa o los dolores y moretones del postoperatorio de una cirugía estética median muchos años, pero reina en ambos un mismo mandato: la obligación de estar bellas y bellos. Los cánones de belleza han ido cambiando y esos cambios han llevado a las mujeres de todos los tiempos a ser presas de sus designios y sus patrones. En la actualidad, los sacrificios radican en la búsqueda de la extrema delgadez, en muchos casos una verdadera cruzada aun a costa de la propia salud física y mental. El ideal de belleza propuesto es inalcanzable. Un reciente estudio ha revelado que hace una generación (25 años), el peso de una modelo era en un ocho por ciento inferior a la mujer de la calle. Hoy esa proporción se ha reducido hasta un 25 por ciento. Para lograr acercarse a esos estilos estéticos, muchas personas se lanzan a la búsqueda de nuevas dietas y programas de ejercicios, a la experimentación con todo tipo de cosméticos. Si esto no funciona, siempre se puede recurrir a la cirugía y, en último caso, a no comer. La sociedad tiene múltiples ejemplos de casos de anorexia y bulimia.