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IRÁN

La dudosa victoria de Ahmadineyad provoca disturbios en Irán

Fotografía
Por Miguel MartorellTiempo de lectura3 min
Internacional14-06-2009

El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, y el todopoderoso Consejo de Guardianes parecen ser los únicos en el antigua Persia que creen en la victoria limpia y justa del reelegido presidente, Mahmud Ahmadineyad. Su sorprendente y sospechosa victoria ha puesto en pie de guerra a los que creían en una revolución verde en Irán y han desatado violentas protestas y enfrentamientos en las calles.

Los analistas internacionales no salen de su incredulidad. La masiva participación que se registró el pasado viernes 12 y que llevó al Consejo Electoral iraní a ampliar hasta cuatro horas el horario de apertura de los colegios electorales hacía prever otros resultados distintos. Las largas colas frente a las urnas sonaban a cambio. Nada más lejos de la realidad. El actual presidente de Irán, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, consiguió un 62,6 por ciento de los votos; prácticamente el doble del paupérrimo 33,7 por ciento logrado por el reformista Mir Husein Musavi. La revolución verde, color del candidato de la oposición a Ahmadineyad, se vino abajo. De nada sirvió que Musavi tratara de anticiparse a los resultados y vaticinase su victoria basándose en la participación registrada. Con sólo el 19 por ciento de los votos escrutados, el Ministerio del Interior anunció la victoria del candidato ultraconservador. Pocas horas después, el intocable Consejo de Guardianes respaldaba los datos. Musavi había denunciado durante la jornada electoral anomalías en el proceso: limitaciones a los observadores y falta de papeletas, entre otras. Sin embargo, al día siguiente, el ayatolá Jamenei avaló la victoria de Ahmadineyad y pidió al resto de partidos que aceptaran los resultados. Sospechas Musavi y sus partidarios reaccionaron rápido. El dirigente reformista denunció "numerosas violaciones" a lo largo de la jornada electoral y que ciertos funcionarios estaban comprometiendo "los pilares de la República". Una “peligrosa farsa” que podría "consolidar la tiranía en Irán", advirtió. Junto a él, los seguidores del tercer candidato en discordia, el ex presidente Mohamed Jatami -que se retiró de la carrera para apoyar a Musavi-, que denunciaron una "masiva manipulación de votos" y reclamaron la anulación de los resultados con posterior vuelta a las urnas. Ahmadineyad respondió esgrimiendo la participación sin precedentes para avalar su victoria. El 84 por ciento de los 46,2 millones de electores iraníes (unos 38,8 millones de votantes) acudió a las urnas; de ellos, 24,3 millones le apoyó a él. "La gente votó por mis políticas", proclamó sobre unos comicios, a su juicio, “justos y libres”. Protestas El malestar por unas elecciones turbias ha sacado a varios miles de manifestantes a las calles de Irán. Los enfrentamientos con los partidarios de Ahmadineyad y con las fuerzas antidisturbios no han tardado en producirse. Ahmadineyad ha quitado importancia a las protestas y las ha atribuido a una minoría de radicales. Sin embargo, los paramilitares del Basij -órgano que obedece al Consejo de Guardianes- han salido a las calles y la Policía se ha encargado de la detención de los cabecillas de la oposición. El responsable del movimiento reformista Frente de Participación, seguidores de Musavi, periodistas y políticos reformistas, ex altos cargos del Gobierno de Jatami -el viceministro de Exteriores, entre ellos- y el propio hermano de éste, han sido encarcelados. Algunas informaciones afirman que el mismo Musavi está retenido en su casa. El Gobierno de Ahmadineyad ha informado de 60 detenciones, aunque el Frente de Participación las eleva a más de un centenar. Las ascuas de la revolución verde que se esperaba, especialmente por parte de Occidente, se apagan, pero la Comunidad Internacional no ha reaccionado. La ausencia, no ya de declaraciones, sino de una respuesta firme de EE.UU. o de la UE está ligada estrechamente al intento de una nueva política con el régimen de los ayatolás. Ni Washington ni Bruselas parecen querer condenar firmemente lo que en países como Cuba o Venezuela se reconoce como represión política. De hecho, la Casa Blanca ha optado por la cautela y se ha limitado a desear que los resultados expresen "la voluntad del pueblo iraní". Cualquier paso en falso con Irán podría significar, al fin y al cabo, hundir cualquier tipo de movimiento de diálogo entre ambos países y Barack Obama no puede permitirse perder esa carta de la baraja.