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BOLIVIA

Bolivia, un país dividido

Por LaSemana.esTiempo de lectura2 min
Internacional01-02-2009

Evo Morales consiguió la pasada semana sacar adelante su proyecto constitucional de manera holgada. Sin embargo, pese a lo que pueda parecer, la realidad de Bolivia está lejos de pasar por una aceptación unánime al programa político de su presidente. Y es que la división entre provincias está a flor de piel.

Pese a los resultados cosechados por Morales en las dos últimas consultas populares -la de su continuidad en la Presidencia y la de la reforma constitucional- Bolivia sigue siendo un país dividido. Y es que a tenor de lo leído en algunos medios de comunicación parece que pocos recuerdan la crisis autonomista de hace menos de un año, que incluso llegó a fomentar debates acerca de una hipotética secesión de las regiones más ricas del país. Las protestas de los opositores a Morales fueron impulsadas por los líderes de las autonomías rebeldes, que exigían al presidente del país la devolución de los ingresos por el Impuestos Directo de Hidrocarburos, que el Ejecutivo central recortó para poner en marcha una ayuda social a mayores de 60 años en todo el país. La primera de las regiones que se declaró en rebeldía contra el Gobierno fue la de Santa Cruz, la más rica de todo el país. Con apenas dos millones de habitantes, la aportación de esta provincia a las arcas de la nación es especialmente significativa. Un tercio del Producto Interior Bruto del país sale de suelo cruceño, así como prácticamente la mitad de la producción agropecuaria y las exportaciones totales de Bolivia, gracias a la producción de soja y caña de azúcar, la existencia de hidrocarburos y la minería de hierro. Todo ello convirtió a Santa Cruz en el caldo de cultivo contra Morales, dado que los líderes provinciales se mostraron claramente en contra de aumentar su contribución monetaria a las arcas del Estado central. Sus tesis rebeldes pronto calaron en otras provincias ricas como Pando e incluso motivaron la celebración de referendos ilegales sobre la ideoneidad de proclamar autonomías en el país que protegieran a estas regiones del aumento de poder de la capital. Las pretensiones de las provincias rebeldes son sencillas: reducir la aportación que realizan a las arcas nacionales y que luego no retribuyen de nuevo en su territorio. En definitiva, la mitad rica del país quiere reducir el capital con el que contribuye a la solidaridad regional teniendo un mayor control sobre sus propios impuestos. Actualmente, alrededor del 40 por ciento de los ingresos de la región de Santa Cruz, por ejemplo, van a parar a las arcas del Estado. Además, la Reforma Agraria que plantea el Gobierno no es especialmente popular en las provincias rebeldes, ya que planea la expropiación de tierras improductivas, grandes latifundios propiedad de sólo un puñado de familias, para repartir tierras entre campesinos no propietarios. Dado el pasado reciente del país, habría que ser bastante cauteloso con afirmar que el referendo constitucional de Morales ha dejado una Bolivia más unida. Es cierto que la estampa de los cortes de carreteras por parte de los opositores o de los más de treinta muertos en reyertas entre partidarios del Gobierno y opositores ya no ocupan las primeras páginas de la prensa, pero el rechazo a Morales entre los habitantes de las regiones más desarrolladas económicamente del país sigue ahí.