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EL REDCUADRO

Su España despide a C.J.C.

Fotografía
Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión20-01-2002

Cervantes sigue existiendo en los personajes que continúan llenando nuestras calles, los loquitos del viento de Levante que hinchan perros con un canuto. Quevedo sigue existiendo en esta España de tercetos encadenados al poder. Y todos los días, en un rinconcito del periódico, seguirá viniendo ese homenaje al mundo literario de Cela que es el santoral. A lo largo del tiempo, la Santa Madre Iglesia fue subiendo santos varones a los altares para no dejar por embustero a Cela. Más que santos, comprobamos ahora que eran personajes de C.J.C. Están entornadas las puertas de la Academia por Camilo y el periódico trae, como cada día, no sé si el santoral o un índice de sus personajes. Los de ayer eran: Rosalina, Sulpicio, Julián Sabas, Mérulo, Leonina. Todos nos suenan. Rosalina fue una moza que saludó al viajero por la Alcarria. Sulpicio, un indiano de "La catira". Julián Sabas, no hay duda, uno que vendía liadillos de tabaco hecho con colillas en "La colmena". Mérulo fue soldado de cuota del "San Camilo 1936". Leonina, una iza, rabiza o colipoterra citada como autoridad en el "Diccionario Secreto". Y vienen en ese rinconcito del cotidiano homenaje eclesiástico al ya difunto señor obispo de Iria Flavia tres personajes que son definitivo homenaje. Los pones en letras de molde y empiezan a vivir por sí mismos, en escritura automática. Son los hermanos Espeusipo, Eleusipo Y Meleusipo. ¿De qué novela de Cela los conocemos? ¿O es de un artículo que le leímos en "El Independiente" y luego no fue recogido en libro? Como la cervantina o la quevedesca, como el Madrid galdosiano o la Galicia valleinclanesca, existe la España de Cela, que sobrevivirá a su autor. Cada amanecer pisará la dudosa luz del día. Ayer mismo, con las campanas doblando y las radios con el adiós de todos lo que no lo leyeron, la realidad de España estampaba su escritura de pésame en los mortuorios libros de firmas. Ese arcipreste que dice que dar menos de un euro de limosna en la misa es ofender a Dios no es de Valencia; es de Cela. Esa corbata de lazo del presidente de la Sala Cuarta de la Audiencia Nacional no es de Carlos Cezón; es de Cela. Esa paliza a Juan Luis Galiardo por bañarse en pelota viva en la playa de San Roque no es de juzgado de guardia; es de Cela. Ese Garci Fernández de Gerena, poeta malísimo, pero muy antiguo, casi del tiempo de los moros, don Camilo, no es del Cancionero de Baena; es de Cela. Cela, pues, no ha muerto. Porque siempre seguirá existiendo su España.