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FÚTBOL

El cargo de Laporta pende de un hilo

Por LaSemana.esTiempo de lectura2 min
Deportes13-07-2008

La temporada pasada fue todo un calvario para Joan Laporta. Los fracasos deportivos del Barcelona lo situaron en una complicada tesitura. Ahora, su presidencia roza su fin. Desde que Oriol Giralt comenzó a recoger firmas para acabar con su mandato, hace algo más de un mes, el dirigente azulgrana ha experimentado un proceso que le ha llevado a poner un pie fuera del club.

Hacían falta 5.882 firmas para que prosperara la moción de censura contra Laporta y Giralt consiguió casi el doble. Ello evidenció desde el principio el descontento de la afición culé con su presidente. Laporta no se preocupó en absoluto por la moción, pero su parecer comenzó a cambiar cuando descubrió que, de prosperar, tendría que enfrentarse en unas elecciones -presumiblemente- al que fue su mano derecha a la llegada a la presidencia, Sandro Rosell. Entonces Laporta, entre lágrimas, pidió perdón públicamente por sus errores y atacó a sus adversarios. “Es una evidencia que el tándem Giralt-Rosell es el que está promoviendo el voto de censura. Son los que desde hace años están poniendo palos en las ruedas y ya era hora que se quitaran la máscara. La gente ya sabe quién está detrás de la moción”, declaró. Las elecciones fueron un palo tremendo para el presidente, que recibió un 60,6 por ciento de votos en contra. Sin embargo, sus detractores no alcanzaron el 66 por ciento necesario para forzar la dimisión. Pero la oposición de la gran mayoría de la afición al mandato de Laporta dejó al club sumido en un crisis total. Las voces a favor de la dimisión eran numerosas, pero Laporta, convencido de su buena mano al frente de la entidad, aseguró que no dimitiría. “El voto no ha triunfado y podemos agotar el mandato que se nos renovó en 2006. Acabaremos por coherencia, porque estamos legitimados y por sentido de la responsabilidad”, afirmó. Pero su junta directiva no tenía tan claro que seguir, después de lo ocurrido, fuese lo más adecuado. Los resultados forzaron una reunión urgente de la Junta Directiva en la que varios miembros pretendían renunciar a su cargo. De hacerlo tres cuartas partes de la Junta, Laporta debería irse. Pero no sucedió. No obstante, ocho directivos dimitieron y aumentaron la herida abierta en las altas esferas del club. Laporta, mientras, se aferraba aún más al poder: “Lo más coherente y responsable es aguantar por el bien de la institución”, insistió. Con todo, la situación se hizo casi insostenible a partir de entonces. Las voces en su contra eran mayoritarias y Laporta no tuvo más remedio que dejar una puerta abierta a la dimisión. “Superamos la moción, recibimos un voto de castigo y, ante el ambiente que vive el barcelonismo (sic), he tomado la decisión, compartida por mis compañeros de junta, de consultar de manera vinculante a la asamblea de compromisarios, el órgano supremo del club, mi continuidad como presidente”, concluyó. Así las cosas, la próxima asamblea de socios compromisarios decidirá si Laporta, definitivamente, se queda o se va. De momento, el presidente azulgrana ya ha tomado medidas para ganar adeptos. Los nuevos proyectos emprendidos tanto en la sección de fútbol como de baloncesto, respaldados por varios fichajes mediáticos, han sido el principal arma de Laporta para convencer a los socios. Los dos años sin títulos y los errores de su mandato, empero, juegan en su contra.