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COLOMBIA

Betancourt, el huracán enjaulado

Por J.F. Lamata MolinaTiempo de lectura2 min
Internacional02-03-2008

La trayectoria política de la excandidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt había sido ya muy comentada aún antes de convertirse en la más famosa de las actuales víctimas de las FARC. Sus modales y su discurso, alejado de los partidos tradicionales, la hicieron una revolucionaria para unos y una populista ridícula para otros. Pese a todo, y debido a su lamentab le situación actual, son pocos los que hoy en día recuerdan las críticas que sus campañas desataban.

Ingrid Betancourt era la hija de un ex ministro conservador (que ha fallecido mientras ella seguía secuestrada y ni siquiera se sabe si ella se ha enterado). Se rebeló contra los partidos tradicionales y contra el sistema político colombiano y se posicionó contra las fuerzas de Seguridad del Estado que combatían a los FARC: "No se han dedicado a derrotar a la guerrilla sino a someter a la población civil" aseguraba en términos casi revolucionarios. El tono de su discurso motivó que algunos la definieran como "el huracán político" del país, mientras que para otros era una "niña de papá convertida en rebelde". Como diputada, fue especialmente dura contra el presidente liberal Samper (1994-1998) al que calificó públicamente de "delincuente" en una tormentosa sesión del congreso, cuando se aseguraba que parte del dinero de campaña de Samper procedía del narcotráfico. En 1998 enarbolando la bandera del anti-samperismo al que definía como "lo más rancio del país" Ingrid Betancourt logró ser la senadora más votada. Los titulares hablaban del triunfo de la "niña rebelde" y ella misma aseguró que su victoria suponía una sentencia del pueblo contra Samper. Con aquel éxito parecía catapultarse para la presidencia, pero le fallaron las formas. Durante aquella legislatura, ya con el conservador Pastrana como presidente, la senadora Betancourt dio muestras de poca moderación. Siguió con sus salidas de tono (llamó "sobornador del congreso" al ministro de Interior) y sus acusaciones contra la clase política del país se volvieron rutinarias, con lo que sus propios seguidores comenzaron a abandonarla. Terminó dimitiendo tras definir el congreso como un "nido de ratas". En 2001 escribió un libro titulado "La rabia desde el corazón", en el que acusaba de corruptos a la mitad de las autoridades del país. No obstante, las acusaciones no se hacían a base de pruebas sino de un convencimiento personal, lo que motivo una cadena de demandas en su contra. Tras demotrarse que algunas de las acusaciones eran falsas la niña rebelde perdió casi toda su credibilidad. Pese a todo, Betancourt siguió con sus modos populistas como repartir Viagra en las calles para "salvar el país". Cuando en 2002 se presentó como candidata para las presidencia del país por el Movimiento Oxígeno Verde no se le adjudicaba más de un uno por ciento de los votos en los sondeos. En aquella campaña volvió a tomar una decisión unilateral muy discutida: hacer campaña en las zonas de distención. El ejército le advirtió el peligro que suponía esa zona por la presencia de guerrilleros. Según contó su madre, Betancourt sabía el riesgo que corría, pero aseguraba que por defender su mensaje valía la pena jugarse la vida. Ahora Ingrid Betancourt lleva más se seis años atada a un árbol sin libertad. Se la puede definir como una mujer con con una tremanda sobredosis de imprundencia temeraria y con unas incontenibles ganas de llevar un mensaje contra la corrupción. Admitir lo primero no empañará lo segundo.