SUDÁN
La Conferencia de Paz para Darfur, considerada un fracaso desde su inicio
Por Luis Miguel L. Farraces2 min
Internacional04-11-2007
La Conferencia de Paz para el conflicto de Darfur celebrada en la ciudad libia de Sirte y auspiciada por Naciones Unidas y la Unión Africana arrancó la semana pasada como un rotundo fracaso. La ausencia de las dos principales guerrillas de la región, el Movimiento para la Justicia y la Igualdad (MJI) y el Movimiento de Liberación de Sudán (MLS), recelosas de los acuerdos que puedan alcanzarse, minó desde un principio la capacidad de la reunión para establecer una paz duradera garantizada.
Los augurios acerca de la viabilidad de la Conferencia de Paz sin el MJI y el MLS fueron malos desde el primer momento. Tanto que en la misma reunión de apertura el presidente libio y anfitrión de la cita, Muamar el Gadafi, llegó a reconocer en un discurso inicial que sin representantes de ambas guerrillas “la Conferencia no tenía salida porque no se puede hacer la paz”. De nada sirvieron las aparentes buenas maneras que presentó el Gobierno sudanés con la declaración de un alto el fuego previo a la cita. Las condiciones no convencieron a los máximos representantes de ambos grupos armados. Ante tal situación, la actividad de la primera semana de la Conferencia estuvo centrada únicamente en lograr la participación a última hora del MJI y el MLS a petición del resto de grupos armados presentes en la cita. Así, los representantes de las seis milicias presentes en Libia, consideradas muy residuales, rehusaron negociar absolutamente nada de manera oficial sin la participación de los dos principales grupos disidentes. Está por ver si los emisarios de la ONU y de la Unión Africana consiguen finalmente el concurso de los grupos ausentes. El Conflicto de la región sudanesa de Darfur está vigente desde el año 2003 (aunque sus orígenes datan de mediados del siglo pasado) y ha sesgado la vida de más de 400.000 personas a causa de los enfrentamientos y de la inanición provocada por la carestía. Las raíces de la guerra interna que se vive en Sudán tienen dos vertientes. Una primera, racial y religiosa, enfrenta a la población de Darfur, negra y de mayoría cristiana y animista, contra la del resto del país, árabe musulmana suní, y los intentos del Gobierno de Jartún de establecer un régimen islamista. La segunda vertiente del conflicto es puramente económica y es la que a día de hoy tiene más peso. Los grupos disidentes exigen un reparto equitativo de las riquezas de la región, una mayor participación en los beneficios del petróleo (que supone el 75 por ciento de las exportaciones del país) y el acceso a acuíferos de agua potable debido a la terrible falta de agua en la región, que se cobra miles de vida al año y arruina los recursos naturales. Además, los rebeldes de Darfur claman por la instauración de una autonomía para la región y separarse así de la línea política del resto del país, donde la sharia está implantada.