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COREA

Corea, más de 50 años de enfrentamiento

Por J. F. LamataTiempo de lectura3 min
Internacional07-10-2007

La conflagración coreana tiene sus inicios en la Segunda Guerra Mundial, al estar ocupado el territorio por el Ejército nipón. Cuando Japón ya se encontraba al borde de la derrota tras las bombas atómicas de EE.UU., la URSS decidió aprovecharse e invadir el norte de Corea, los norteamericanos, optaron por seguir su ejemplo y con tropas británicas se apresuraron a entrar por el sur.

Al estallar la Guerra Fría, EE.UU. y la URSS querían imponer su sistema a cada país liberado del nazismo. En 1948, los soviéticos proclamaron en su zona la República Popular Democrática de Corea, a cuyo frente se situó Kim Il-sung, que habría de convertirse en uno de los mayores tiranos de la Historia de la Humanidad. Inmediatamente después, los americanos crearon un segundo estado por debajo del paralelo 38: la República de Corea. Como presidente del país, Syngman Rhee, también dictador y fiel seguidor de las directrices de Washington. En 1950 Kim Il-sung ordenó un ataque sorpresa para invadir Corea del Sur y unificar el país en un estado comunista. La ONU condenó a Corea del Norte como agresor y envió tropas en su defensa, en su mayoría de EE.UU., al mando del popular general Douglas McArthur. Su ofensiva tuvo éxito, al lograr traspasar el paralelo 38 y penetrar en la zona norte. En 1953, Corea del Norte obtuvo un respaldo decisivo: China. Las tropas de Mao entraron en la península, donde prácticamente barrieron a los americanos hasta el paralelo 38. McArthur solicitó al presidente Harry S. Truman que atacara con bombas nucleares a China, Truman respondió destituyéndolo y solicitó negociar. Ahí acabó la guerra, en tablas, pero la tensión continuó. Las dos Coreas han tenido siempre el miedo a una inminente invasión enemiga y aunque no haya un muro de cemento como lo hubo en Berlín, existe una separación infranqueable a través de campos de minas. En política, no obstante, eran muy diferentes. En el norte, el dominio absoluto era para Kim Il-sung, el dictador que controlaba las horas de despertar y de dormir de su pueblo -y hasta las del sexo-. En el sur, a la caída de Syngman Rhee (1960) le sucedió el régimen del general Chang, derribado en 1962 por el general Chung Hee. Este último consiguió molestar a EE.UU., que deseaba a un gobernante demócrata y fue asesinado en 1979 en un atentado que se atribuyó a la CIA. Sin embargo el régimen autoritario se mantuvo. La elección de Corea del Sur como sede de los Juegos Olímpicos de 1988 forzó a un cambio de actitud y en agosto de 1987 se aprobó una nueva Constitución que establecía las normas democráticas parlamentarias en el país. En 1989, el Gobierno surcoreano se esforzó en establecer relaciones con los países comunistas, logrando un relativo éxito (fue reconocido por Hungría, China y la propia URSS) pero que quedó en agua de borrajas al desintegrarse el mencionado mundo en el proceso de desplome comunista 1989-1991. En 1990, con la desaparición del Bloque del Este, las dos coreas iniciaron negociaciones para su reconciliación y en 1991 las dos ingresaron oficialmente en la ONU como dos países paralelos. En 1994 murió el dictador norcoreano Kim Il-sung, tras décadas de mandato, siendo el dictador más decano del siglo XX y su hijo, Kim Jong-il tomaba las riendas del país y anunciaba que desarrollaría armas nucleares, desatando las alarmas de Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. Los tres durante los últimos diez años se han encargado de supervisar desconfiadamente cada gesto en falso del dictador júnior en relación con los misiles. El gesto de ver a los dos presidentes coreanos dándose las manos la semana pasada es una esperanza, pero la unificación de los dos sistemas antagónicos parece algo de muy largo plazo. Sin embargo, muchos periodistas dijeron lo mismo en 1987 con el encuentro entre Kohl y Honecker y dos años después la Alemania del Este se desplomaba.