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EL “JUEGO” DE LA BOLSA

Suerte, intuición, conocimientos y saber retirarse a tiempo

Por Paula Escalada MedranoTiempo de lectura4 min
Economía29-07-2007

Antes de mayo de 2006, Enrique Bañuelos se levantaba por las mañanas siendo un empresario inmobiliario con un futuro prometedor. En medio del buen momento del sector inmobiliario, decidió sacar su empresa Astroc a bolsa. En apenas nueve meses, el precio de sus acciones se multiplicó por 11. Bañuelos se levantó un día ocupando el puesto 95 en la lista de los hombres más ricos del planeta. El éxtasis duró poco; el empresario pronto tuvo que ser testigo de cómo su empresa de desinflaba de la noche a la mañana.

Quienes le conocieron dicen que fueron sus dotes de convicción las que le permitieron rodearse de lo mejor, las que hicieron que los hombres más poderosos del país compraran las acciones de su Astroc. Hasta el propio Amancio Ortega, dueño del grupo Inditex, adquirió el 5 por ciento de la empresa. En mayo de 2006, Astroc salió a bolsa con un valor de 820 millones de euros, a 6,80 euros por acción. En menos de nueve meses, llegó a valer 75. Y, de un día para otro, en abril de 2007 se desplomó. Quedó entonces puesto de manifiesto la burbuja en la que se encontraba la empresa, carente de bienes terrenales, inmersa en la moda inmobiliaria. Esta es la situación en la que se encuentran la mayoría de las empresas del sector: su precio en mercado es superior a lo que valdrían todos los inmuebles que gestionan o de los que son propietarias si los vendieran. Metrovacesa, Riofisa o Urbas son algunas de ellas, tan sólo hay que comparar el valor neto de sus activos por acción (NAV) y la cotización de éstas en bolsa. Éste es uno de los criterios por los que se rige el mercado: las modas. Así, alguien pudo levantarse un día de noviembre de 2005 y decidir invertir sus 10.000 euros ahorrados en la constructora Sacyr Vallehermoso, por ejemplo. Un año después, sus 10.000 euros se habrían convertido en 25.000. La misma suerte corrieron los que tuvieron la suerte de adquirir títulos de Terra, cuando Telefónica la sacó a bolsa en 1999. Por aquel entonces Internet estaba de moda y los mercados se encontraban en plena fiebre de las puntocom. Esto hizo que las acciones, repartidas entre cientos de miles de accionistas anónimos, subieran un 213,3 por ciento en un sólo día. De los apenas 12 euros que costaba la acción, llegó a venderse a 157 euros. Los que supieron retirarse a tiempo, ganaron mucho dinero. Pero, dicen que la avaricia rompe el saco, y muchos fueron también los que perdieron o incluso se arruinaron esperando a que la empresa subiera más y más. La burbuja tecnológica mostró los primeros síntomas de agotamiento y la crisis de publicidad en Internet acabaron con Terra hasta el punto de que en mayo de 2003 Telefónica lanzó una Oferta Pública de Adquisición (OPA) de 5,25 euros por título y la empresa desapareció. Como en el caso de Terra en su día, hay algunas empresas que salen a bolsa provocando peleas para adquirir sus acciones pero, a diferencia de ésta, se sabe que son una apuesta segura. Éste es el caso de Inditex, que puso sus acciones en venta a 14,70 euros en el año 2001 y hoy cuestan casi 45 euros. Las noticias, gran factor de alteración del precio de las acciones Las que sin duda son factores de alteración del precio de las empresas son las noticias y los rumores. Por ejemplo, en ocasiones, los rumores de la salida al mercado de medicamentos contra el cáncer u otras enfermedades siempre hacen que las empresas del sector farmacéutico registren fuertes subidas. Y, en cuanto a los sucesos empresariales, sirve como claro ejemplo el caso de Endesa. Antes de que Gas Natural lanzara su OPA sobre la empresa en septiembre de 2005, las acciones de la eléctrica se cotizaban a poco más de 19 euros. En los casi dos años que separan esa fecha de la de hoy, tras los diversos sucesos y el boom mediático, las acciones de la empresa han llegado a valer más de 40 euros. Los medios de comunicación son muchas veces las principales vías de comunicación entre la empresa y los accionistas (minoritarios, claro) y es por eso que, cuando una noticia negativa salta a la prensa, es difícil evitar la catástrofe. Así, en cuanto se supo del despido masivo de trabajadores de Enron en el 2001 por la situación de bancarrota de la empresa, el valor de sus acciones se esfumó, los 90 dólares que habían llegado a valer quedaron como un recuerdo de tiempos pasados. Lo mismo sucedió en 2003 con la italiana Parmalat, que se hundió en bolsa y bajó casi un 50 por ciento en un solo día, al reconocer la deuda que acarreaba y que no podía asumir. A lo largo de la historia de las diferentes bolsas de mundo habrá habido inversores que un día se habrán levantado con sus ahorros multiplicados por cien, habiendo ganado en un día el sueldo de un año, gracias a su buen ojo o simplemente a la suerte del juego de la bolsa. Pero también habrá habido aquellos que confiaban el algo intangible, las acciones de una empresa, para financiar su futuro y, de la noche a la mañana, se habrán quedado sin nada. Y, estos segundos, seguro que se acuerdan más del día en que decidieron jugar al dichoso juego.