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FÚTBOL

Tampoco con las figuras pudo ganar Argentina

Por LaSemana.esTiempo de lectura2 min
Deportes15-07-2007

El combinado argentino mostró a lo largo del torneo que era el equipo más sólido por hombres, juego y pegada. La mezcla de veteranos y jóvenes dirigida por Alfio Basile falló, sin embargo, en el momento culminante. La lesión de Hernán Crespo en la primera fase no fue problema. Pero los albicelestes no estaban preparados para ir en contra del ritmo que les gusta en el partido contra Brasil y fueron incapaces de encontrar alternativas. La frustración y el broche sin títulos a la carrera de veteranos como Juan Sebastián Verón, Roberto Fabián Ayala y Javier Zanetti volvieron a ser los amargos compañeros en la vuelta a Buenos Aires.

Al contrario que su gran rival, Brasil, Argentina contaba con todos sus hombres y una convocatoria completísima, que dejó fuera a jugadores capaces de estar en el equipo, como Javier Saviola. Además, el refuerzo de Juan Román Riquelme, de vuelta a la selección una vez rectificada su decisión de dejar la selección por las críticas sufridas tras el Mundial de Alemania, y el progresivo crecimiento de Lionel Messi, daban confianza. El resto lo hizo un torneo impecable, con seis victorias consecutivas y una sensación de poderío insultante. Los partidos contra Estados Unidos y Colombia, dos rivales débiles –pero que comenzaron adelantándose en el marcador– dieron la medida del juego argentino: con la consigna de mantener la posesión y esperar, pacientemente, que el cansancio de los rivales tras desgastarse físicamente por seguir la pelota les descubriera espacios. Una vez cumplido el objetivo, dormir el balón para protegerse e intentar sentenciar en el contragolpe. Unos parámetros en los que el dominio del tempo de Riquelme y la movilidad de Messi no encontraron respuesta. Porque Argentina no necesitaba siquiera de aprovechar las bandas: con un Verón que tiraba de experiencia para suplir su falta de movilidad y compensar los espacios con Riquelme –el media punta Pablo Aimar fue suplente– y las espaldas guardadas por Javier Mascherano, al lado de Esteban Cambiasso o Fernando Gago, Messi era un enganche más que suficiente para aprovechar la referencia ofensiva de Hernán Crespo, y tras la lesión de éste, de Diego Milito y Carlos Tévez, que acabó haciéndose con la plaza en el once titular argentino. La sobriedad defensiva de Roberto Abbondanzieri en la portería y la contundencia de la línea defensiva, intocable –Zanetti, Gabriel Milito, Ayala y Gabriel Heinze–, para repeler los pases hacia los delanteros rivales fueron argumentos incontestables también para Paraguay, Perú y México. Las rotaciones en los cambios dieron minutos a hombres como los puntas Milito y Rodrigo Palacio, los mediocampistas Aimar y Lucho González, y poco más. El resto de convocados apenas se dedicó a trabajar en los entrenamientos y a calentar banquillo al lado de Basile. Pero ese poderío se esfumó en la final. Brasil consiguió sacar a relucir los defectos de Argentina: una defensa por momentos descoordinada –como se vio en el gol en propia puerta de Ayala–, cuyos centrales sufren para defender a jugadores que intentan encararlos en el uno contra uno, y cuyos laterales carecen de rapidez. Tampoco el medio campo consiguió trabajar a una para compensar la presión defensiva de Brasil, en superioridad con Esteban Cambiasso y Javier Mascherano; Riquelme no se sacrificó para defender, y antes bien, recayó en el desánimo y la apatía, por lo que tampoco aprovechó sus ocasiones para atacar, al igual que Messi y Tévez, dos delanteros sutiles, pero que no dieron a Argentina la mordiente y el poderío que necesitaba para poder superar la defensa, poderosa en el aspecto físico, del conjunto de Carlos Caetano Bledorn, Dunga.