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RUSIA

Muere Boris Yeltsin en una Rusia lejos de la democracia

Fotografía
Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura2 min
Internacional29-04-2007

Miles de rusos despidieron la pasada semana a uno de sus líderes más carismáticos de los últimos tiempos. Responsable de la desintegración de la Unión Soviética, primer presidente de la Federación e introductor del liberalismo político y económico en el país, Boris Yeltsin falleció a los 76 años por un fallo cardíaco repentino. Junto con el ex presidente, murió en Moscú la línea más reformista que se recuerda recientemente.

En la reconstruida catedral ortodoxa de Cristo Salvador, miembros de la alta esfera política de ayer y hoy como Mijaíl Gorbachov, George Bush padre y Bill Clinton, entre otros, dieron el último adiós a Yeltsin junto a miles de rusos que desfilaron en torno al féretro abierto del ex presidente. El sepelio del otrora titular del Kremlin estaba cargado de metáforas y simbolismo. Y es que a ojos de toda la comitiva occidental y de gran parte de los asistentes a las exequias el entierro de Yeltsin suponía el definitivo, por si aún quedaba alguna duda, entierro de los avances democráticos en Rusia. La llegada al poder de Boris Yeltsin a la Federación supuso un soplo de aire fresco a principios de los 90, dado que se convirtió en el primer mandatario del país elegido democráticamente desde hacía más de medio siglo. Con la caída de la Unión Soviética, de la que el propio ex mandatario fue uno de los grandes responsables, aún en la retina, Yeltsin comenzó su mandato con el inexpugnable reto de dejar de un lado el comunismo y liberalizar el país tanto política como económicamente. Las elecciones directas se implantaron a lo largo de toda Rusia, se creó el sistema federativo de repúblicas y provincias, se liberalizaron algunas empresas clave, se produjeron grandes avances hacia la total libertad de prensa y se mejoraron las relaciones con Occidente. El progreso democrático parecía imparable, inclusive cuando Yeltsin se apartó de la Presidencia del país en aras de su sucesor Vladímir Putin. En su retirada, el ex presidente mostró su convencimiento de que nada ni nadie podría frenar el camino reformista emprendido por él mismo. Rusia se convertiría en una democracia real. Sin embargo, el futuro político de la Federación estuvo, y está hoy, muy lejos de las líneas que Yeltsin dibujó. El retroceso democrático desde la llegada de Putin al poder ha sido denunciado por múltiples sectores de la población rusa ante una Comunidad Internacional que ha emplazado en varias ocasiones a Moscú a decidirse a dar el paso hacia las libertades fundamentales sin encontrar respuesta. Hoy día, el avance democrático en la Federación es nulo o incluso negativo. Así lo atestiguan las detenciones arbitrarias de manifestantes antigubernamentales, el control estatal de la mayoría de medios de comunicación y la supresión de la elección directa de gobernadores regionales, que deben ser ratificados en cualquier caso por el propio Putin. Mención aparte merece la situación en la República de Chechenia, donde el recorte de libertades individuales con motivo de la guerra contra el terrorismo es mucho más preocupante.