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IRÁN

Ahmadineyad o la personificación del populismo persa

Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura5 min
Internacional08-04-2007

En algo menos de dos años de mandato, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, se ha convertido en una de las caras más conocidas internacionalmente y su nombre, pese a lo enrevesado que resulta para cualquier ciudadano occidental, es ya un habitual en periódicos e informativos. El porqué de su éxito mediático a poco que se ahonde en la personalidad de este enigmático líder es bien claro, su obsesión por convertirse en un hombre de masas, un líder mesiánico, que lleve a su país a una segunda revolución islámica.

El término de “segunda revolución islámica” es precisamente obra del propio Ahmadineyad, quien después de vencer en las elecciones presidenciales de 2005 vaticinó esa segunda revolución que “arrancaría de raíz la injusticia del mundo con la ayuda de Dios”. Asimismo, el término se utiliza con asiduidad por parte de su Gabinete en la potenciación cultural islámica que se viene motivando desde el propio Gobierno mientras cientos de disidentes e intelectuales contrarios al régimen están en la cárcel o exiliados en el extranjero. Y es que la era de las reformas en Irán murió con la vida política del ex presidente aperturista Mohammed Jatami hace ya dos años. Los avances democráticos y las mejoras en los derechos sociales de jóvenes y mujeres sufren a día de hoy una completa paralización bien por el desinterés gubernamental o bien por la influyente clase religiosa del país, cuyo máximo exponente es el Ayatolá Ali Jameini, líder supremo de Irán que se ha mostrado en más de una ocasión contrario a derechos como el de que las mujeres que lo deseen renuncien a llevar el hijab. La confrontación exterior como aglutinante social Con una juventud que crecientemente ve la necesidad de reformas en la República Islámica, Ahmadineyad ha recurrido a la confrontación exterior como el principal aglutinante social entre la población de su propio país, una estrategia que al menos de momento le está yendo razonablemente bien. Desde el comienzo de su mandato, el presidente del país persa ha arremetido en más de una ocasión contra Estados Unidos y Naciones Unidas, antes incluso de la confrontación internacional creada por el programa nuclear iraní. Y es que Ahmadineyad es un reconocido escéptico de la ONU debido sobre todo al poder de veto que poseen Reino Unido, Rusia, Estados Unidos, Francia y China, que considera que desequilibra el poder del resto de países poniendo la organización a disposición de los intereses de las cinco potencias. El presidente iraní cree que este reparto de poder es fruto de una realidad histórica anterior y se resiste a aceptar que el mundo islámico no cuente con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como reflejo de sus más de 1.000 millones de habitantes en todo el mundo. Su enemistad con Estados Unidos no data de la intervención de Washington en Iraq, ya que al fin y al cabo ha propiciado una creciente influencia del Islam chií, mayoritario y tremendamente influyente en la política iraní, en los designios del país vecino. Más bien nace del apoyo norteamericano al que parece enemigo más acérrimo de Teherán, el Estado de Israel. Antisionismo y revisionismo histórico Fruto de esta profunda enemistad y resentido con Europa por propiciar las ambiciones sionistas tras la Segunda Guerra Mundial, Ahmadineyad es un revisionista histórico que niega la existencia del holocausto judío durante el régimen nazi de Alemania que en cierta medida justificó el establecimiento de Israel como hogar de los judíos apátridas. Su teoría del holocausto y su reconocido antisionismo le ha supuesto un aluvión de críticas y acusaciones de antisemitismo que han sido rechazadas por el propio presidente. Sin embargo, con racismo o no, su reconocido apoyo a Hamas y sus llamadas a la destrucción del Estado judío le han situado como enemigo natural de Tel Aviv en la zona y bien sabe que ese antagonismo con Israel es garantía de popularidad en Irán. Pero su política de rechazo a Occidente, fuertemente alimentada con la ya conocida crisis nuclear, contrasta con sus intentos de estrechar lazos entre los países musulmanes de Oriente Próximo. Así, Ahmadineyad ha tomado parte siempre que ha podido de conflictos como el de Líbano y Palestina para apoyar al pueblo islámico e intentará impulsar en los próximos meses un tratado de libre circulación de personas con los países de la región. Además de estas iniciativas, otro de los pilares de la buena popularidad del presidente persa es su preocupación por las mejoras económicas de los más desfavorecidos, llegando a rozar el populismo con la explotación de la imagen sencilla de hijo de un herrero que intenta a toda costa conservar. Desde su llegada al poder, Ahmadineyad ha incrementado notablemente el gasto social y ha creado una red de cobertura económica para el acceso a vivienda y estudios de los jóvenes con menos ingresos económicos. Además, tras su elección, el presidente iraní anunció su intención de que los beneficios de la venta de petróleo revirtiesen directamente entre la clase más pobre del país. Mesbah-Yazdi, el mentor ideológico del presidente El principal mentor espiritual y moral del presidente iraní es, según él mismo reconoce, el Ayatolá Mohammed Taqi Mesbah-Yazdi, un influyente erudito chií de la línea más dura del islamismo persa. Su dureza la atestiguan su oposición frontal al período de reformas abierto por el expresidente Jatami, quien llegó a apodarle como “el teórico de la violencia”, su apoyo a la pena de muerte por herejía contra el Islam y su defensa de las armas atómicas incluso después de que el Ayatolá Jamenei promulgase una fatwa contra este tipo de arsenales. Pese a su naturaleza polémica, Mesbah-Yazdi es una de las personalidades más importantes de la República Islámica y es miembro de la Asamblea de Expertos. Hace apenas unos meses, en Irán estalló la polémica al conocerse que desde la llegada de Ahmadineyad al poder se ha duplicado la yuda gubernamental a la organización religioso-educativa del Ayatolá, otra muestra más del estrecho lazo que une a estos dos personajes.