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ANIVERSARIO

La Granada de Falla rememora su 130 aniversario

Por María AyudaTiempo de lectura2 min
Cultura04-12-2006

Manuel de Falla era una persona tímida, extremadamente sensible, con una imaginación que a veces le hacía rozar la locura. Era una mezcla entre la genialidad y la rareza. Quién más, quién menos conoce a grandes rasgos el historial de este músico, uno de los más grandes de la historia de la música española. Pero pocos conocen al Falla de andar por casa.

A ese Falla que era muy religioso, pero al mismo tiempo supersticioso. O al Falla que odiaba el dinero y por eso siempre vivió en la más severa austeridad, que vestía modestamente y a veces incluso ayunaba. O aquél otro que era un auténtico hipocondríaco, capaz de llenar su casa de todo tipo de ungüentos y remedios, que desinfectaba su piano con alcohol y se tomaba la temperatura dos veces al día. Ése es el Manuel de Falla que presenta el Centro Cultural dedicado al compositor gaditano, que este año cumpliría su 130 aniversario. Para celebrarlo, el Centro que lleva su nombre ha querido poner al alcance de residentes y extraños la visita guiada de la casa del músico, situada en Granada, en la cuesta que lleva a la Alhambra, donde vivió durante 17 años, de 1922, recién llegado de París, a 1936, cuando la guerra civil le obligó a vivir en el exilio. El ambiente intelectual que se respiraba en la Granada de la época fue lo que atrajo a Manuel de Falla hasta la ciudad, donde finalmente instaló su residencia, tras abandonar la capital francesa. No en vano, Falla apodó a Granada como “su pequeño París”, ya que en la ciudad se respiraba el eco intelectual y cultural que tan característico era de París, pero eso sí, siempre guardando las distancias. Fue durante su estancia en Granada cuando Falla escribió algunas de sus grandes composiciones, como es el caso de Amor Brujo. Las raíces del flamenco y el cante jondo se dejaron sentir también en sus trabajos que bebían de la influencia de la tierra. Pero la vida retirada que Manuel de Falla llevó en la ciudad, no le impidió cosechar grandes amigos allí, entre los que se encontraban intelectuales de la época como Juan Ramón Jiménez, Maurice Ravel, Ignacio Zuloaga o Federico García Lorca. La amistad entre Falla y éste último todavía se refleja entre los muros de la casa del compositor, ahora convertida en museo, donde Lorca pasaba horas y donde se gestaron algunos de los motivos que más tarde se convertirían en lorquianos por excelencia, como las recurrentes imágenes de mujeres o las populares “granadas” o medias lunas. Como plato fuerte de la visita, se encuentran el piano del músico, en el salón de la casa-museo, en el que sólo aquellos turistas que sepan tocar “verdaderamente” el instrumento podrán probar suerte.