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MÉXICO

México, el camino hacia la partición del país

Por J. F. Lamata MolinaTiempo de lectura4 min
Internacional03-12-2006

Es difícil entender la situación de México sin analizar la clara división social en un país donde están claras las diferencias entre el bloque tradicional, empresarial, católico y afín a occidente y Estados Unidos, y el bloque donde se concentran los campesinos, obreros, las zonas agrarias y también diversos grupos violentos como los machetes.

Hoy todos esos sectores están representados por los dos presidentes Felipe Calderón Hinojosa –ganador de las elecciones del pasado julio e investido de forma legal por el Parlamento- y Andrés Manuel López Obrador –derrotado en los comicios y auto investido como presidente, ante sus seguidores-. Aunque el primero es el presidente legítimo, es absurdo negar los grandes apoyos populares de los que dispone López Obrador. De “la dictadura perfecta” al “gobierno de los poderosos” Retroceder unos años en la historia de México, significa referirse al otrora poderoso Partido de la Revolución Institucional (PRI) que mantuvo el poder en el país desde 1929 hasta 2000 (71 años ininterrumpidos que, inicialmente, dieron la estabilidad que necesitaba el país). Un escritor peruano describió aquel régimen como “una dictadura perfecta”, México, vivía de hecho un régimen de partido único que ejercía el monopolio y la concentración de poderes dejando como figurantes al resto de formaciones: Partido de Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, en cierta medida, eran escisiones del PRI. La diferencia con las otras dictaduras de entonces era que el poder estaba en manos de un partido y no de una persona, los presidentes del PRI se iban cediendo el poder mediante elecciones de dudosa legalidad cada seis años sin retener ninguno de ellos el poder (ninguno se presentó nunca a reelección), lo que no implica la ausencia de represión, el pasado julio fue encarcelado el ex presidente de México Luis Echevarría del PRI, por ordenar una matanza de estudiantes en 1968. En el año 2000, el PRI ya estaba hecho pedazos, carcomido por el desgaste y las divisiones (escisión de Cárdenas) antes de aquellas elecciones que entregaron el poder al PAN y su candidato, Vicente Fox. La etapa de gobierno de Fox, sin embargo, significó para muchos el “gobierno de los poderosos”, se favoreció a la patronal y a las grandes empresas acotando a los pequeños trabajadores y se fomentó la migración como defensa frente al paro. Además, Fox ha mantenido una política de estrecha amistad con el presidente de EE.UU., George W. Bush, enfrentándose abiertamente con la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez. El fantasma de la corrupción no ha desaparecido de las instituciones mexicanas y la oposición pronto acusó a miembros del PAN de haberse “llenado los bolsillos”. López Obrador, el “mal perdedor” Andrés Manuel López Obrador llamado popularmente AMLO por sus iniciales, inició su carrera política en el PRI. Y en 1988 se presentó como candidato a las primarias de ese partido para ser candidato a gobernador en Tabasco. López Obrador perdió aquella votación, pero se negó a reconocerla y un año después publicaba el libro “Tabasco, víctima de un fraude”. López Obrador abandonaba así el PRI y se pasaba a la escisión que acababa de fundar el también ex priísta Cuauhtémoc Cárdenas: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). En 1994, López Obrador se presentó a las elecciones para gobernador de Tabasco, ahora como candidato del PRD, nuevamente fue derrotado frente al candidato del PRI, Roberto Madrazo (anecdóticamente, el candidato presidencial de ese partido en las últimas elecciones presidenciales). Tampoco entonces AMLO reconoció la derrota, aseguró que Madrazo carecía de legitimidad por haber cometido irregularidades y proclamó la resistencia civil y una marcha sobre Ciudad de México para reivindicar su victoria. El entonces presidente de México, Ernesto Zedillo, tuvo que intervenir para hacer desistir al PRD de su postura. En 2000, el año de la caída del PRI, López Obrador ganaba las elecciones para gobernador de Ciudad de México, no sin polémica (teóricamente eran necesarios cinco años de residencia en aquella ciudad para el puesto, franja aún no traspasada por AMLO). Desde ese puesto, López Obrador inició su trampolín hacia la Presidencia de México, con una presencia arrolladora y una fama de “político no comprable” y “cumplidor de promesas” sobre su falta de credibilidad en las actuales instituciones y leyes que calan en gran parte del electorado mexicano. AMLO asegura que el PAN “planea estar otros 70 años en el poder” como el PRI. Las elecciones de la división Las elecciones de julio de 2006 entre López Obrador y el “protegido de Fox”, Felipe Calderón, han sido las más ajustadas de toda la historia de América Latina con una diferencia que no llega ni al uno por ciento del electorado. Calderón había obtenido la victoria, pero López Obrador había demostrado la gran influencia con la que cuenta (especialmente entre las clases más desfavorecidas). La división es total, un gobierno de coalición es más de lo que Calderón estaría dispuesto a ofrecer. Y AMLO que, una vez más, no admite la derrota, se niega a otra solución que no pase por su presidencia legítima. La situación es candente, hablar de política en las calles de México es ya un acto de riesgo, la responsabilidad de lo que pueda ocurrir está en manos de Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador.