TENIS
Argentina: una generación dispuesta a cambiar la historia
Por Alejandro G. Nieto2 min
Deportes03-12-2006
Desde que el legendario Guillermo Vilas abandonó la competición, Argentina nunca ha vivido una situación tan propicia para alzar la Copa Davis, una competición que se le resiste. La anterior generación dorada desperdició su oportunidad y la actual ya ha perdido su primera final. Aunque sus estrellas, David Nalbandián y Guillermo Coria, son todavía jóvenes, en el país temen que estos años prolíficos que viven se pierdan sin conseguir la ansiada Ensaladera.
Era una tarde de diciembre de 1981. El Riverfront Coliseum de Cincinati estaba medio vacío por el capricho de un millonario que había comprado 10.000 de las 17.000 entradas. José Luis Clerc se derrumbaba. Con él, toda una nación. El tenista argentino acababa de ceder, en el quinto set, la oportunidad de otorgar la Copa Davis a su país. Su bestia negra, el mítico y arrogante John McEnroe, levantaba su tercera ensaladera ante la amargura de los sudamericanos. Argentina acababa de perder una ocasión única para que su mejor generación de tenistas se consagrase con el esperado triunfo en la Davis. Ya no tendrían más oportunidades en muchos años. El genial Guillermo Vilas, propietario del récord de victorias sobre tierra batida hasta la aparición de Rafael Nadal, lideró a aquel grupo de deportistas. Sus actuaciones en los torneos del Grand Slam a finales de los setenta –ganó Roland Garros y el Abierto de Estados Unidos en 1977– popularizaron el deporte de la raqueta en el país argentino. Junto a Clerc, y Ricardo Cano, llevó a su nación a la primera línea mundial. Pero, tras fallar en su única final de la Davis, comenzó la decadencia. Sólo Gabriela Sabatini, en los pocos años que compitió al máximo nivel, logró ilusionar a los argentinos. Tuvieron que pasar 20 años para que Argentina alumbrase una generación de igual o incluso superior nivel. La emersión de genios de la raqueta como Guillermo Coria, Gastón Gaudio, Mariano Puerta, David Nalbandián o Juan Ignacio Chela relanzó a los albicelestes, que empezaron a hacerse respetar en el circuito mundial. Los numerosos títulos y el prestigio que consiguieron alcanzaron su apogeo en la final de Roland Garros de 2004, por primera vez copada por dos argentinos: Coria y Gaudio. El hundimiento de muchos de estos artistas del tenis en las últimas fechas no ha impedido que Argentina mantuviese el listón. La sanción por dopaje a Puerta y los problemas físicos y anímicos de Coria han permitido a Nalbandián coger el mando del equipo y, con una trayectoria personal casi impoluta –sólo tres derrotas en 18 partidos jugados de la Davis–, conducirlo a la segunda final de su historia. Sin embargo, la ausencia de jugadores importantes, el hecho de jugar en una pista contraria a los intereses argentinos y los problemas internos entre Nalbandián y el seleccionador, Alberto Mancini, prolongaron la desdicha de Argentina en la competición por equipos más importante. En la ribera Sur del Río de la Plata observaron con tristeza cómo otra espléndida camada de tenistas perdía una oportunidad de oro. Con Chela y Calleri entrados en años, Argentina aguarda con expectación la recuperación de Coria para intentar conquistar la Davis, antes de que su otra gran generación se marchite.