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SER UNIVERSITARIO

¿Qué es dialogar?

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión12-11-2006

Pocas palabras tan hermosas como "diálogo". Las más de las veces, es lo único que tenemos; pero es también lo único suficiente, lo único que nos basta, lo único irrenunciable. Ese anhelo de comunicación con el otro, de comprender y ser comprendidos, de compartirnos y aceptarnos mutuamente, de respetar las diferencias desde el gozo de lo que tenemos en lo común. Quizá la forma más hermosa del diálogo es la propia de los amantes; y quizá su expresión más falaz es la del "diálogo" del Gobierno con ETA. Pues toda forma de diálogo exige, al menos, estas condiciones: logos, intencionalidad, confianza, sinceridad y las capacidades de prometer y de pedir y aceptar el perdón. El diálogo exige logos e intencionalidades compartidas (dia-logo). Exige una razón bien formada, una realidad aceptada por las partes, un análisis común y un mismo lenguaje -más allá de un mismo idioma-. Además, exige unas intenciones compartidas al menos tan importantes como el resto de intereses particulares. En este asunto, los principales partidos políticos confunden los intereses electorales con los nacionales, parecen hablar de realidades distintas, hacen análisis contradictorios y hablan lenguajes distintos. Qué decir de terroristas y batasunos, cuya mera comparación con cualquier fuerza política legítimamente constituida debería sonarnos a chiste. Las intenciones y pretensiones más hondas de los terroristas tienen poco que ver con lo que buscan los partidos políticos, por no hablar de su logos, ese universo inventado sin ningún pie en la realidad y en el que han sido adoctrinados desde cachorros. El diálogo exige sinceridad y confianza. Es imposible acordar algo importante, o descubrir en el otro algo valioso, si no confiamos en él. Y es imposible confiar en el otro si, habitualmente, no ha sido sincero con nosotros. ETA ha mentido en sus comunicados sistemáticamente. Las treguas-trampa de ETA se han sucedido en repetidas ocasiones, cada vez con una mentira mayor que la anterior; y sólo un Gobierno tan cándido que desconoce el cuento del pastor y el lobo puede creer a los terroristas. Pero una cosa es la candidez y otra la estupidez, y cuesta mucho creer que ETA quiera la paz cuando roba armas en Francia y quema a policías locales con gasolina. Es la capacidad de prometer, y de cumplir lo prometido, la que hace posible la convivencia armónica entre los hombres. Son las promesas cumplidas del conductor de autobús, del cocinero, del camarero, de mi jefe, de mis compañeros de trabajo, de mis amigos, de mi novia y de muchas más personas, las que hacen posible que yo pueda vivir, y vivir alegremente, cada día. El diálogo exige capacidad para perdonar y ser perdonados. Pues todos los equivocamos, incluso hacemos el mal conscientemente, o dejamos de hacer el bien que podríamos haber hecho. Un mundo sin perdón sería un mundo de terror y muerte; un mundo donde el miedo al fracaso en el diálogo haría que ni siquiera quisiéramos intentarlo. ¿Cómo hablar de perdón donde no hay razón, nobles y compartidas intenciones, sinceridad, confianza y promesas de futuro? Esta es la perversión más grave del "diálogo" que falsamente dicen sostener los terroristas y el Gobierno: querer saltarse cada uno de los pasos necesarios -entre otras cosas, obviando la verdad y a las víctimas- para crear una rápida esperanza con la que cada una de las partes se beneficie en sus respetivos intereses particulares.