MANIFESTACIÓN
Hipotecados ‘hasta que la muerte nos separe’
Por Javier de la Fuente MADRID2 min
Economía29-10-2006
Ahora se las conoce como hipotecas hereditarias. No distinguen entre sexo, raza, edad o condición social. Hay que convivir con ellas durante toda la vida y, llegado su fin, muchas de ellas se transmiten a los hijos. Al acto del fin de semana pasado acudieron, sobre todo, jóvenes, y aunque la mayoría ve el futuro muy negro, quedó de manifiesto que éste no es un problema exclusivo de este sector de población.
A alguno que otro se le escapó un “¡Viva la República!”, otros portaban banderas tricolores y también había despistados con enseñas comunistas. Resulta inevitable que ésta y otras manifestaciones quieran ser acaparadas por nostálgicos a los que les da igual que se proteste por la calidad de la enseñanza universitaria o por el derecho del guisante amarillo a tener una vida digna, como vegetal que es. Pero, en Madrid, la mayoría de los que acudieron a la Puerta del Sol lo hicieron para denunciar la desidia de los políticos ante la dificultad de los españoles para acceder a una vivienda. Raúl Hernández anunciaba a este periódico su próxima boda. Dice que tiene pensado casarse con su novia, pero también va a contraer matrimonio con la señora hipoteca. De momento, no puede ni permitirse ese lujo y, aunque le gustaría vivir en la capital, sólo alcanza a pagar a medias un alquiler en las afueras de Madrid. Aun así, desembolsa todos los meses 700 euros por una casa de dos habitaciones. “Hay dos bandos diferenciados, los que pueden y los que no”, comenta Raúl –chico culto y con carrera universitaria-. Aunque para él pinta el mismo panorama que para Adrián Álvarez. Él todavía está estudiando, aunque ya se ha apuntado en la lista de espera de su comunidad para ver si le toca una vivienda de protección oficial. “Como no la paguen mis padres, veo bastante difícil poder comprarme un piso”, afirma Adrián a La Semana.es. Cree que con los actuales sueldos es imposible acceder a una vivienda. “Y aun así, tienes que estar pagándola toda la vida y, cuando terminas de hacerlo, la carga pasa a tus hijos”. Distintos perfiles pero el mismo problema: sueldos que, en la mayoría de los casos, no superan los 1.000 euros, alquileres compartidos e indignación porque, para ellos, la vivienda es un negocio para unos pocos y un quebradero de cabeza para todos.