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GOLF

El juego de equipo derrota al individualismo

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura2 min
Deportes24-09-2006

La victoria de Europa supone un giro radical en la historia del torneo. En las últimas seis ediciones de la Copa Ryder, el Viejo Continente se ha impuesto en cinco ocasiones. Las dos últimas, además, con la mayor diferencia histórica: nueve puntos. Un dato revelador, pues antes los estadounidenses habían concedido pocas derrotas. La clave está el juego de equipo, que se ha mostrado más efectivo que el individualismo americano.

Por primera vez en la historia, Europa consiguió tres victorias consecutivas en el torneo por equipos más prestigioso. En 1989 habían estado a punto de lograrlo, pero el torneo acabó por única vez en la historia en empate. Entonces, el equipo europeo se quedó a las puertas de lograr algo que para los estadounidenses era costumbre. No en vano, de las 27 ediciones disputadas hasta ese momento –la mayoría las jugó Gran Bretaña, en lugar de Europa-, Estados Unidos sólo había perdido seis. Pero ese año empezó a verse el germen del nuevo rumbo que iba a tomar la Ryder. En las últimas cinco ediciones ha quedado patente que la calidad individual de los estadounidenses no basta. Europa domina ahora, y lo hace gracias a una excelente actitud colectiva. Las últimas victorias europeas se han fraguado en los partidos de fourballs y foursomes, por parejas. En ellos, los americanos se muestran más inconsistentes. Este año, Estados Unidos llegó al campo irlandés de Kildare con los tres mejores jugadores del ranking mundial: Tiger Woods, Phil Mickelson y Jim Furyk. Además, su capitán Tom Lehman juntó a sus estrellas por parejas para intentar asegurar, al menos, la mitad de puntos. Pero nada de ello fue suficiente. Europa arrasó en los dúos, y lo hizo con Sergio García como principal estilete. El castellonense ha demostrado una gran capacidad para jugar acompañado. De hecho, es el jugador con mejor porcentaje de triunfos en la competición. Por ello, junto a los irlandeses Padraig Harrington, Paul McGinley y Darren Clarke, García fue el gran depositario de la confianza del capitán europeo, el galés Ian Woosnam. No obstante, los tres jugadores locales, salvo un cumplidor Clarke, no rindieron todo lo bien que se esperaba; al menos, el resto del equipo sí. La experiencia corrió a cargo del escocés Colin Montgomerie, a punto de convertirse en el jugador con más puntos en la historia del torneo; el español José María Olazábal, que también funciona a la perfección en dobles, y Clarke. Los tres veteranos rindieron a buen nivel, pero el gran baluarte de los europeos fue la nueva generación. Además de García, los ingleses David Howell, Luke Donald y Paul Casey controlaron sus encuentros con una pasmosa sobriedad, especialmente en los dobles. También aportaron los debutantes suecos Robert Karlsson y Henrik Stenson, aunque a ambos les pesó su inexperiencia. El inglés Lee Westwood, siempre regular, completó un equipo compacto que se lució hasta en su punto más débil: los individuales. La fragilidad del combinado estadounidense propició otra paliza como la tan recordada de Michigan, en la pasada edición.