ANIVERSARIO 11-M
Las incógnitas desvelan el sueño de la sociedad española dos años después
Por Mía Martínez4 min
España11-03-2006
El dolor no desaparece, pero se continúa caminando, viviendo y cogiendo el tren. Hace dos años la conmoción se tradujo en forma de lágrimas en los ojos y silencio. Después vinieron las preguntas, preguntas que lamentablemente aún no han sido contestadas. A día de hoy, 116 las personas han sido imputadas por la masacre, según fuentes jurídicas. Sin embargo, y aunque parte de las investigaciones han salido a la luz, aún no se sabe qué fue exactamente lo que ocurrió ni, sobre todo, por qué pasó.
¿Cuáles eran exactamente las intenciones de los terroristas islámicos para provocar la masacre? Esta es una de las primeras dudas. En nuestras manos sólo dos datos fiables. El primero, que los autores fueron islamistas radicales cuyo objetivo inmediato se enmarcaba en otro más general: castigar a la sociedad occidental y someterla a sus dictados religiosos. El segundo dato es que deseaban influir la política del entonces expresidente del Gobierno, José María Aznar. Se trataba de favorecer la alternativa socialista, encarnada por José Luis Rodríguez Zapatero, un político más laicista (aunque este es un extremo aún discutido). Ningún partido de izquierda acepta la tesis del atentado para cambiar el rumbo de la política exterior e interior española. Es evidente que mucho menos aceptan que los fundamentalistas musulmanes buscaran la derrota de Aznar y del PP en las elecciones generales. La comisión parlamentaria para investigar los atentados de Madrid se tradujo en un vergonzoso apartado político de nuestro país. Pilar Manjón, que perdió un hijo hace ya dos años y que desde entonces lucha por la verdad y la paz como presidenta de la Asociación Víctimas de 11-M, calificó esta comisión de “patio de colegio”. Cuatro meses de interrogatorios valieron para acusar al PP de una falta de previsión responsabilizándolo de la descoordinación policial que allanó el camino a los terroristas. La información que llegaba a los ciudadanos después de las primeras horas del 11 de marzo eran contradictorias, vagas, complejas, pero 24 meses después, el Partido Popular sigue afirmando que en todo momento contaron la verdad. Durante la comisión, varios mandos policiales afirmaron que el día 12 tenían plena certeza de que los autores del atentado habían sido fundamentalistas islámicos. Sin embargo, el PP parecía escudarse en la idea de que ETA tenía algo que ver. Una hipótesis que, como otras tantas, ha quedado en el aire. Más dudas, existen más rincones aún oscuros que se escapan de la versión oficial. Durante los últimos meses se ha llegado incluso a dudar de que el explosivo utilizado en los atentados procediese de Mina Conchita, algo que parecía sencillamente cierto. En este sentido, se ha llegado a lanzar la hipótesis de que la detención de los asturianos fuese una cortina de humo para tapar a los verdaderos culpables de los atentados. Frente a estas afirmaciones, la respuesta del juez Juan del Olmo, que se ha hecho cargo del caso desde el principio, ha sido prorrogar la prisión de José Emilio Suárez Trashorras, oficialmente el presunto suministrador de los explosivos. Dos testigos presenciales de la colocación de las bombas -algunos de ellos en un programa de testigos protegidos-, reconocieron de nuevo a Jamal Zougam, uno de los presuntos autores materiales, al confirmar que le vieron en dos de los trenes de la muerte portando una mochila. Zougam era propietario del locutorio telefónico Jawal Mundo Telecom, situado en la calle del Tribulete del barrio de Lavapiés de Madrid, de donde salieron algunas de las tarjetas de teléfonos móviles utilizadas en las bombas. El detenido ya fue reconocido a los pocos días de los atentados por tres personas en dos trenes distintos en estaciones consecutivas. De hecho, uno de los testigos afirma que se sentó a su lado. De este modo, se modifica la idea de que este hombre sólo participó en la venta de las tarjetas. Distintas teorías sobre las causas de los atentados A esto hay que sumarle las posibles irregularidades en la investigación de los dos coches hallados en Alcalá, las contradicciones de mandos policiales ante el juez, o la relación de militantes del PSOE como Fernando Huarte -posible agente del CNI-, con presuntos implicados. Otra de las dudas que aún no han obtenido respuesta es si los terroristas yidahistas tenían conexiones con la organización Al Qaeda. La posibilidad de que la orden procediese de un nivel superior dentro de esta organización parece aceptable, ya que en octubre de 2003 Osama Bin Laden amenazó a España por la presencia de sus tropas en Irak. Así, en diciembre de ese mismo año, una web islamista radical publicó un documento de cuarenta páginas donde, tras analizar la situación política de España y la proximidad de elecciones del día 14, recomendaba intensificar los ataques contra las tropas españolas en Irak. Por otra parte, el balance del juez instructor de la causa, Juan del Olmo, es también diferente. De hecho, el magistrado ha rechazado entrar en los “agujeros negros” que airean los detectives privados -todos ellos periodistas-, pero el problema es que, dos años más tarde, no hay ningún líder islamista como sospechoso de ser un autor material de los hechos. Dudas existen muchas más, incógnitas y rincones oscuros que plagan las investigaciones y que no esclarecen la verdad. Una verdad que la sociedad madrileña, e incluso internacional, demanda desde hace mucho tiempo.