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TELEVISIÓN

Más de 200 personas están dispuestas a concebir un bebé en televisión

Por Silvia Álvarez-BuyllaTiempo de lectura2 min
Comunicación06-02-2006

Tener un hijo, en directo, ante las cámaras y millones de telespectadores. Ésa sería la meta de un nuevo reality show: sin embargo, el programa no pensaba llevarse a la práctica y tan sólo era un experimento para analizar la respuesta del público y los límites de la telerrealidad.

El resultado fue que los reality shows carecen de límites y los ciudadanos están dispuestos a participar en cualquier programa a cambio de una buena suma de dinero. Se trataba sólo de una prueba, pero los participantes y periodistas lo desconocían. Fue un programa que se ideó en ocho semanas: la traducción del nombre ficticio era Vamos a hacer un bebé. Se creó al efecto una falsa compañía productora, pero desde su aperturan los teléfonos se comenzaron a colapsar. Llamaban aspirantes, pero también canales de televisión que querían los derechos del programa. “Nunca nos imaginamos que llegaríamos tan lejos con tan poco esfuerzo”, dijo la productora y directora del proyecto, Helen Sage. La serie, que se incluiría en la BBC, proponía a varios concursante en La casa de la fertilidad. Semana a semana se expulsaría al menos atractivo, hasta que quedasen dos parejas finalistas que competirían para ver quién concebía primero un hijo. El premio para los ganadores rondaría los 175.000 dólares –unos 140.000 euros– por persona. Más de 200 personas se presentaron para participar en el proyecto. Los que lo idearon no podían creer la respuesta del público. “Como productora de TV, me interesaba mucho saber cuán bajo podía llegar la industria con tal de atraer al público y la respuesta es: realmente muy bajo”. En los sondeos que se realizaron, los encuestados decían que el programa era moralmente cuestionable. Con todo, muchos se presentaron como aspirantes a la casa y quienes no lo hicieron afirmaron su interés en verlo por televisión. El programa despertaba curiosidad, atraía a la audiencia y los canales se rifaban sus derechos con tal de aumentar su cuota de audiencia o share. Por el contrario, el profesor David Wilson, quien renunció a su puesto como asesor del programa Gran Hermano por razones éticas, indicó que Vamos a hacer un bebé era moralmente repugnante y que le restaba valor a la vida, pero no se sorprendió de que despertara tanto interés. Este experimento pone de manifiesto que “la telerrealidad no sólo está reinventando los espectáculos de monstruos, se trata de morbosidad. Son el equivalente de detenerse para ver mejor un accidente, es querer ver la miseria de otra gente”, señala.