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COMERCIO

La cumbre de Hong Kong fracasa antes de empezar

Por Javier de la FuenteTiempo de lectura2 min
Economía11-12-2005

Organizar una cumbre de tan alto rango como la que se avecina de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Hong Kong supone un desembolso de millones de euros. Entre algunos de los gastos se encuentran los coches oficiales, la seguridad o el alojamiento de las personalidades.

La mayoría de los allí presentes tienen las conclusiones ya establecidas antes de ir; nadie está dispuesto a ceder en la eliminación de los aranceles para que los países sumidos en la pobreza puedan colocar sus productos en la aldea global. Resulta paradójico entonces que se haga tal desembolso en una cumbre inútil en la que se debate sobre las ayudas a los países en vías de desarrollo. Por lo menos los protagonistas de la cumbre de la OMC han encontrado un argumento común: la culpa del fracaso es de los otros. Entre este cruce de acusaciones se encuentran la Unión Europea (UE), Estados Unidos (EE.UU.), Brasil e India, quienes se pasan la pelota por el fracaso de la cumbre. Entre los protagonistas de esta ausencia de éxito se encuentra Francia. Tradicionalmente se han mostrado contrarios ante la actitud del comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, respecto a la eliminación de los aranceles. Ahora afirman que confían en Mandelson puesto que están seguros de que no propondrá una mayor reducción de los aranceles. Concretamente, la Comisión Europea (CE) aboga por un descenso de los aranceles a los productos agrícolas de una media del 47 por ciento, además de la protección de algunos productos más vulnerables a la competencia. El problema y el fondo de la cumbre radica en que, si las principales potencias del mundo redujeran sus aranceles, las grandes multinacionales verían caer sus beneficios estrepitosamente. Mientras que, en el otro lado, el productor mediano de un país pobre no puede exportar sus productos a la mayoría de los mercados puesto que se ve incapaz de asumir el alto coste de los gravámenes. La solución salomónica sería reducir de una manera razonable esos aranceles para que las multinacionales sigan teniendo su margen de beneficio y el productor pueda afrontar dichos aranceles. Las esperanzas de que en la cumbre de Hong Kong salga un acuerdo son prácticamente nulas. Ahora, los protagonistas se emplazan hasta la próxima primavera. Llevan retrasándolo desde el año 2001.