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TOROS

La fiesta toma la calle con san Fermín

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos10-07-2005

Un año más los colores blanco y rojo han tomado las calles de Pamplona. La capital navarra se convierte cada 7 de julio también en la capital de la fiesta en la que el toro es el epicentro. Tras los tradicionales encierros matinales, cada tarde se cuelga el cartel de No hay billetes para presenciar las corridas de toros.

La primera de las corridas de la feria de san Fermín 2005 la protagonizaron los toros de Santiago Domecq, que también fueron los encargados de abrir los encierros de este año. Como suele ser habitual en los festejos sanfermineros, por la tarde la plaza se llenó hasta la bandera para presenciar entre canciones, jolgorio y algarabía la corrida de toros. Pero la sosería de los astados dejó que la fiesta se quedase sólo en los tendidos, pues en el ruedo lo más destacado vino de la mano de David Fandila El Fandi, el único diestro del paseíllo con mejor resultado, una vuelta al ruedo. El viernes hubo sorpresa. Los temidos toros de Cebada Gago no fueron tan peligrosos como se les presume en el encierro, ni tan complicados en la lidia, pues en general se dejaron hacer por los toreros. Tanto es así que Francisco Marco y Fernando Robleño cortaron una oreja cada uno y López Chaves dio dos vueltas al ruedo. Una rematada corrida de Dolores Aguirre recorrió las calles pamplonesas el sábado 9 de julio, con una presentación muy destacable, aunque a ciertos sectores del público no les gusten que los toros no superen la media tonelada de peso. Pues buenos mozos parecían los ejemplares que mandó la ganadera, a pesar de que el de mayor peso daba en la báscula 505 kilos. La buena pinta matinal que se vio a los toros se tornó en malas formas y mansedumbre por la tarde. Poco pudieron hacer con ellos los toreros, pues sólo el catalán Serafín Marín dio una vuelta al ruedo. Juan José Padilla quiso ser protagonista de los sanfermines el domingo 10. Por la mañana, el torero corrió junto a los toros en el tradicional encierro. Por la tarde volvió a ver a los astados de Miura en la corrida vespertina. Al segundo de la tarde, un ejemplar con recorrido, le cortó una oreja después de una lidia en la que destacaron algunas secuencias de muletazos. Sin embargo, el público se entusiasmó más cuando Padilla se detuvo en los alardes y desplantes, muy del gusto del público pamplonica, acostumbrado al jolgorio y a la bulla.