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JUSTICIA

Piden 2.212 años para el anestesista que contagió hepatitis a 276 pacientes

Por Alejandra Linares-RivasTiempo de lectura1 min
Sociedad25-11-2004

Ser consciente de su enfermedad no frenó a Juan Maeso de drogarse con material quirúrgico. Maeso transmitió su afección hepática a 276 pacientes. La mayoría de ellos había ingresado en los hospitales donde él trabajaba aquejados de dolencias menores. De los afectados, 17 no alcanzaban la mayoría de edad. Dos ellos nacieron ya con la Hepatitis C, infectados durante el embarazo.

Ésta es la tesis sostenida por el fiscal que lleva el caso, Javier Carceller. Por ello, pide 2.212 años de cárcel para el acusado: ocho por cada delito de lesiones que se le imputa, y dos años más por cada uno de los dos delitos de homicidio imprudente. Esta última inculpación se debe a que dos de los pacientes contagiados fallecieron como consecuencia directa de la dolencia hepática. A pesar de los cargos, Francisco Davó, abogado de Maeso, indicó que, de ser hallado culpable, su cliente cumpliría "como mucho" 24 años de condena. A esta pena se añade una indemnización que roza los 29 millones euros, que deberá pagar la Consellería de Sanidad de la Comunidad Valenciana. Se considera al ente público como responsable civil por haber permitido la continuidad del anestesista en su cargo. La culpa se le atribuye a la Consellería porque existía una sospecha pública de que "Maeso era consumidor habitual de estupefacientes", y no se abrió un expediente al facultativo. Pero no será el único organismo en pagar. Las compañías aseguradoras de los pacientes también tendrán que desembolsar la cantidad correspondiente. Juan Maeso ha condicionado lo que queda de vida de 276 personas. Padecen de una infección crónica en el hígado que puede evolucionar a cirrosis hepática o cáncer. Por este motivo, han visto alteradas las condiciones de su vida laboral y familiar, según afirma el fiscal. Estos individuos ingresaron en los hospitales valencianos La Fe, la Casa de la Salud, la Clínica Quirón y El Consuelo. Entraron en ellos con afecciones como apendicitis, roturas de ligamentos, hernias, cesáreas o partos simples, y salieron con una enfermedad vitalicia.