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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

"A la vez quieto y en marcha"

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión11-11-2001

"Quién pudiera, como tú, a la vez quieto y en marcha, cantar siempre el mismo verso, pero con distinta agua". Pocos pensamientos nuevos se han expresado en los últimos 2.000 años. Se han presentado bajo diversas formas, pero siempre era lo mismo. Igual, pero distinto. Tal y como cuentan estas hermosas palabras de Gerardo Diego, formuladas en el castellano más hermoso, pero inspiradas en el viejo Heráclito. Así arranca el poeta su tesis: "Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua". Fue hace más de 2.000 cuando los griegos dijeron que el hombre era el ser más valioso del mundo y que tenía dignidad -y derechos- sencillamente por ser quien es, y no por una ley acordada en cónclave de graves y emperifollados juristas. Fue hace más de 2.000 años cuando un hombre dijo que el origen del sufrimiento eran los deseos de poder, de someter, de poseer. Fue hace unos 2.000 cuando otro dijo que hay una única ley, no acordada por juristas, sino inscrita en nuestro corazón: "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Todo lo demás, las "cartas de derechos humanos", los "ama y haz lo que quieras", los versos de Gerardo Diego: "Y, entre los santos de piedra y los álamos de magia, pasas llevando en tus ondas palabras de amor, palabras"... Todo esto, son estudios y variaciones sobre un mismo tema, algunas, con el riesgo de pervertir la idea original. Pero vuelve el poeta, igual, aunque distinto: "Río Duero, río Duero, nadie a estar contigo baja, nadie quiere escuchar tu eterna estrofa olvidada; sino los enamorados, que preguntan por sus almas y siembran en tus espumas palabras de amor, palabras". Ahí siguen las guerras, los odios, las ansias de poder y los ríos contaminados con cualquier cosa, menos con palabras de amor. ¿Y qué esperanza queda? Más variaciones sobre la misma base, con la finura de espíritu suficiente para respetar la sinfonía original. Jean lo decía Guitton: la pedagogía es el arte de repetir siempre lo mismo -para que se grabe a fuego- pero siempre de forma distinta -para no causar rechazo ni aburrir-. "Cantar siempre el mismo verso, pero con distinta agua".