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LA RÉPLICA

El peso de las promesas

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes12-09-2004

Vuelven al Fútbol Club Barcelona vicios que parecían desterrados. Después de un primer año esperanzador para el primer equipo fútbol, resulta que a Joan Laporta le han podido sus palabras de halago -y sobre todo las promesas- para con Valero Rivera. Dice un refrán que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras, y así ha sido: después de una junta directiva en la que no hubo unanimidad -al menos, no en petit comite-, resulta que se nombra a Rivera como director deportivo de las secciones profesionales del club -excepto el fútbol- y apenas dos días más tarde se fuerza la marcha, por no estar de acuerdo con él, del gerente de la sección de baloncesto, Antonio Maceiras, y del entrenador que consiguió la única Euroliga, en la emotiva final del Palau Sant Jordi de 2003. Poco se puede decir de Rivera: las cosas por su nombre, ha demostrado en dos décadas largas, las que se ha pasado como entrenador de balonmano, ser una persona de ideas muy claras, tremendamente metódica y capaz de trabajar tanto como haga falta hasta conseguir sus objetivos. Sin embargo, siempre se fue ganando enemistades con los que no compartían su liderazgo y cuestionaban sus órdenes: jugadores como Mateo Garralda -actualmente en el San Antonio de Pamplona- salieron muy quemados de su paso por la sección de balonmano del Barça. Los críticos le achacan que cuando Josep Lluís Núñez le cerró el grifo económico para fichar a los jugadores que él quería en cada momento, no supo mantener el Dream Team que ganó cinco Copas de Europa consecutivas y sólo ha podido ganar una liga Asobal y una Copa EHF en el siguiente lustro, hasta que le ha tomado el relevo uno de sus ayudantes, Xesco Espar. Maceiras, al que sustituye el ex entrenador Manolo Flores, también ha sido un directivo cuajado en la escuela del club azulgrana, con experiencia también sobrada, con un punto de astucia que que le permitió, junto con Salvador Alemany, ser culpable de fichajes como los de Dejan Bodiroga y Gregor Fucka, entre otros. Pero apostó por mantener la independencia de la estructura de la sección y le ha tocado, junto con Svetilav Pesic, ser una de las cabezas sacrificadas para no entrar en conflicto con los planteamientos de Rivera. Por lo pronto, a los aficionados culés de las canastas -y a algunos no culés, como el que suscribe, también- no les gusta el bisturí que se ha aplicado a una de las secciones que, muy posiblemente, no lo necesitaba. Habrá que ver si los éxitos avalan la decisión, pero lo más probable parece, desde luego, que el criterio de imponer la autoridad del director deportivo por encima de los entrenadores no es el más acertado: Rivera deberá tener mucho cuidado para no errar en las decisiones que tome referentes al baloncesto y al hockey patines, para no hacer retroceder a las secciones... y por supuesto, tampoco en el balonmano, que se supone su gran especialidad. Habrá que esperar a que el tiempo ponga a todos en su sitio, pero el futuro no es prometedor, que digamos.

Fotografía de Roberto J. Madrigal