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EL CONTRAPUNTO

Ahorcados

Por Juan Emilio MaílloTiempo de lectura1 min
Opinión30-07-2001

No es este un artículo normal. Primero porque quien lo firma no lo escribe, pero lo suscribe. Ni quien lo escribe lo firma. Ni sólo lo suscriben quien lo firma y quien lo escribe. Es un artículo de un árbol que empezó siendo humilde semilla y terminó convertido en horca. Durante años recibió agua y dedicación de ilusionados principiantes. Lo malo no es tener una ilusión, sino ilusionarse. Lo malo no es ilusionarse, sino que te desilusionen. Que te decepcionen. Cuando la transparencia se torna opacidad, cuando la amistad se interpreta como abuso de confianza, cuando las críticas constructivas se toman como traiciones, al árbol comienza a crecerle la cuerda. Cuando los regantes son ignorados por traidores, cuando te piden opiniones que no cuentan si divergen de la línea marcada, cuando propones hacer más gratificante el trabajo de los ex principiantes y lo más grato se destina a los que nunca conocieron el árbol sin hojas ni ramas, la cuerda empieza a anudarse. Cuando el árbol se va pelando sin ser otoño, cuando sus cuidadores no quieren ver la enfermedad, cuando la savia nueva reniega de la original, cuando se pierde el respeto a los que más creyeron cuando menos motivos había, los ahorcados asumen su oscuro futuro, pero no bajan la cabeza, se unen en la defensa de lo que piensan. Lo único a lo que no se puede renunciar nunca. La horca está lista. Los ahorcados, también. Algunos ya lo han sido, otros esperan su turno. Pero algunos no quieren caer sin decir, una vez más, lo que piensan. Sin poner las cartas sobre la mesa, sin lanzar un último órdago, aunque saben que muy probablemente se vuelva a quedar sin respuesta. Eso pretende este artículo. Muchos no lo comprenderán. Otros no querrán hacerlo. Pero los ahorcados limpian su conciencia por escrito y esperan, como siempre, una respuesta.

Fotografía de Juan Emilio Maíllo