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SIN ESPINAS

Gotas de cinismo

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión12-05-2003

Gotas de cinismo que caen como el cianuro en el estómago del contrario. Es el gran espectáculo del animal político que llevan en las venas nuestros representantes. Avezados, controlan la hinchazón de la yugular para evitar que la ciudadanía les vea demasiado alterados ante las camaradas de televisión justo después de un exabrupto del contrincante. Lo de desgañitarse profiriendo insultos sólo es cosa de mítines. El trío que se marcó Gallardón el domingo en Telemadrid fue toda una función. Sólo le faltó agarrar a Trini por encima del hombro y a Sabanés por la cintura para dibujar que ni pintiparada la foto del debate electoral. Estaba sobrao y se le notó. Eso quizá fue lo peor. Don Alberto hizo gala de las tablas que le dieron tantos años de debate con Leguina -su mejor maestro- y se alió sin permiso con la candidata de IU para obtener la mayoría ante las cámaras y frente a Trinidad Jiménez. Él sabía de inicio que tendría a las dos aspirantes dándole caña. Por eso, embelesó a Sabanés para que rebajara su tono y la identificó como la gustosa oposición que formara con la coalición madrileña a lo Zapatero-Llamazares cuando le interesaba. Sabía que a doña Inés no había que batirla sino enamorarla cual Tenorio. Sólo al final del debate Trinidad Jiménez se dio cuenta de los frutos que le hubiera aportado una crítica al unísono con la candidata de IU. Si no fuera por el abrumador conocimiento de los datos, casi nos hubieran convencido de que Gallardón no conoce bien la ciudad de Madrid. Alguna vez incluso se pasó de listo, pero lo de listillo es uno de sus adornos políticos. La inteligencia del futuro alcalde de la capital, Gallardón, contrastó con el apocado carácter de Inés Sabanés y el iracundo de Jiménez, que demostró ser una buen contrincante política... en la oposición. Pero de lo que no se libra ninguno es de las gotas de cinismo que salían de sus ojos. Unos tenían la mirada más encendida que otros; pero a todos les brillaba.

Fotografía de Javier de la Rosa