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SIN CONCESIONES

En recuerdo de Antonio Molina

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión06-01-2003

El nombre de Antonio Molina seguramente les dirá poco. Quizá incluso lo confundan con un histórico cantante de canción española -la de antes- de idéntico apellido. No me refiero a ese. Hablo de Antonio Molina, el héroe. Pocos se acordaron de él en Nochevieja mientras comían tranquilos y felices las uvas en familia. Seguramente, tan sólo su madre y alguno de sus compañeros de cuartel en Collado Villalba sí soltaron alguna que otra lágrima en fin de año. Antonio había muerto hacía sólo dos semanas. Su recuerdo está aún muy latente en el corazón de quienes más lo querían. El 17 de diciembre entregó su vida por miles de ciudadanos anónimos que no le conocían y que, posiblemente, ni siquiera se acordaron de él en Nochevieja a pesar de que les salvó la vida. Antonio Molina tenía sólo 27 años. Dicen que nunca había intervenido de servicio en un tiroteo. A mí no me importa. Es más, dicen mucho en su favor. Cuando vio a dos personas sospechosas en la N-VI y pensó que eran terroristas no dudó en detenerlos. Incluso murió en ello. Los dos miembros de ETA habían preparado una serie de atentados en Madrid durante la tarde de fin de año. Pensaban explosionar por distintos centros comerciales de la capital 140 kilos de dinamita. Hubiera sido una masacre. Pero pocos recordaron el 31 de diciembre que la Nochevieja dantesca que ETA había preparado transcurrió en paz gracias a este joven guardia civil de Melilla. Es curioso, qué poco nos acordamos también en la Península de las dos ciudades españolas en el norte de África. La tarde-noche de fin de año me acordé varias veces de Antonio Molina. La mañana anterior, casualidades de la vida, estuve en el cuartel de la Guardia Civil donde él trabajaba. Conocí a varios de sus compañeros, hablé con algunos de ellos, contemplé las mínimas condiciones de vida en la que viven allí los agentes... incluso estuve apoyado, sin saberlo, en su coche. Antonio tenía un Golf Cabriolet de color granate. Sus compañeros lo tienen guardado en el garaje de la Casa Cuartel desde el día que lo asesinaron. Esperan que la familia lo recoja un día de estos y se lo lleve a Melilla. A lo mejor tienen que pasar meses... Pero sus compañeros protegen el vehículo de Antonio como si fuera él mismo. Es lo único que les queda de él, además de su recuerdo. En este 2003, no estaría de más que todos tuviéramos en la memoria a este guardia civil y agradeciéramos de vez en cuando lo que hizo. Sabemos que salvó decenas de vidas, aunque ignoramos las de quiénes. Pero pudo ser la de cualquiera, quizá la mía.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito