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APUNTES DE BANQUILLO

El bochorno del siglo

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes24-11-2002

Merengues y culés, en cuanto atontados, la misma mierda son. Un servidor podía esperar lo que pasó en el Camp Nou, sin ser adivino. Aunque se infle hasta la exageración por la publicidad –paga 12 euros por una taquilla ruinosa, abónate, el buen fútbol es lo de menos–, el espectáculo no puede ocultar la realidad de los equipos ¿grandes? Acaudalados, más bien: hace tiempo que el jogo bonito dejó de ser cosa suya. Todo lo más, juegan algún buen partido, que basta para que la prensa de turno se ponga las botas con el viento a favor. ¡Pero si hasta el más tonto y modesto –como el Valladolid, cuyos partidos pude ver la pasada temporada–, es capaz de dar tanto o más espectáculo! Está claro: lo del Real Madrid y el Barcelona hace mucho que dejó de ser fútbol. Desgraciadamente, para convertirse en algo peor; ni sé exactamente qué, ni –francamente– quiero saberlo. Después está lo que todos pudimos ver: una panda de zopencos que no son capaces de entender que hay cosas más importantes que lo de Figo –sus familias, sin ir más lejos… ¿serán poca cosa?–, y un presidente que piensa con los pies, habla con los hígados y dice que alguien que hace su trabajo le viene a provocar. ¡Ni seny, ni señorío, ni gaitas! Y las respuestas del Madrid, otro tanto. Pero que nadie se engañe, las culpas no son sólo de Gaspart y del Barça: más que nadie, es de esos manipuladores que ya no saben de qué hablar para vender ¿información?, que de tanto morbo terminan –terminamos– siendo un cáncer. Pero ya verán cómo ningún periodista, ninguno, será autocrítico y reconocerá que tiene culpa. Todos dirán ahora que cuentan lo que pasa, como si la cosa no fuera también con nosotros. Qué quieren que les diga, a mí estos partidos con tantos vuelos no me dan sino asco. Unas ganas horrendas de apagar durante un par de semanas la televisión y la radio –la prensa seudodeportiva hace tiempo que dejé de leerla– y de irme a ver un partido de verdad entretenido, haya después goles o no. Pero desde luego, sin toda esa refriega mediática. Ya es hora de plantarse ante esta dictadura: nos gusta el fútbol, pero no trago con todo lo que quieren vender con él. Siempre habrá una cuota de cegatos y criticones, pero me consuela que muchos, más de los que parece, piensan como yo aunque sea en voz baja. La solución está en la mano: cuando vean a los periodistas-manipuladores sembrar cizaña, no parar de hablar del recibimiento de Figo y Ronaldo, asediar los hoteles de concentración, mostrarles cómo los utilleros preparan el petardazo del siglo –si es el pan de todos los años–, por favor, sean críticos y no coman la sopa boba; desconecten del otro fútbol: su salud mental y su bolsillo, sin la taquilla, se lo agradecerán. Y se ahorran, de paso, el bochorno que ha visto medio mundo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal