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SIN CONCESIONES

IndePepdencia

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión13-06-2017

Tuvo que ser durísimo para Pep Guardiola que el Estado español le obligara a vestir la camiseta de la Selección de fútbol en 47 partidos. Como jugador, debió de padecer arcadas al aguantar de pie, en silencio y con buena cara mientras el himno nacional sonaba antes de cada encuentro. Guardiola tuvo que vivir un suplicio cuando en 1992 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona con la bandera de España abarrotando su fetiche Camp Nou. Pobre Pep, cuánto ha sufrido a sus 46 años víctima "de un Estado que ha puesto en marcha una persecución política" contra los catalanes independentistas como él.

Quizás por eso renunció a entrenar al F.C. Barcelona cuando Mourinho le arrebató por primera vez la Liga y prefirió marcharse a Munich para seguir con sus gestas deportivas sin el yugo del centralismo español. Con el Bayern, fue humillado en la Liga de Campeones por el Real Madrid en otro signo de tiranía intolerable para un demócrata supino como él. Discutido por la afición, emprendió nuevo viaje a Manchester para crear un equipo de ensueño con millones de petrodólares procedentes de los Emirates Árabes Unidos, que Guardiola debe de considerar una de las democracias más avanzadas del mundo y vanguardia de los derechos humanos pese a sus deficiencias electorales y su opresión a las mujeres.

Supongo que cuando Pep Guardiola vivía en Barcelona sus hijos tenían prohibido usar el catalán en el colegio. De otra forma no se entiende que presida una soflama independentista y que lea un manifiesto que denuncia "los intentos para acabar con el modelo de escuela catalana, pilar de la cohesión social". Los únicos niños que son discriminados e incluso insultados en Cataluña son, justo al revés, los que solicitan ser educados en castellano. También es justo al contrario eso de que la Generalitat ha intentado acordar la celebración de un referéndum independentista "hasta 18 veces" porque tanto Artur Mas como Carles Puigdemont únicamente han planteado un trágala al resto del país. Referéndum sí o sí, es su postura, sin opciones para la negociación ni mucho menos para respetar la ley que impide ese tipo de consultas.

Guardiola fue un magnífico futbolista y un gran entrenador pero de matemáticas debe andar flojo para afirmar que en el Parlamento de Cataluña hay una "rotunda mayoría" a favor de la independencia. Llamar "rotunda mayoría" a 72 de 135 diputados (53%) que en las urnas apenas obtuvieron el 47,8% de los votos es exagerar mucho, por no llamarlo mentir. Lo cierto es que el independentismo catalán es una acumulación de mentiras como las que Pep Guardiola pronunció en la manifestación secesionista del domingo. "Pedimos a la comunidad internacional que nos ayude", dijo el ahora entrenador del Manchester City, quien por vivir allí quizás no sepa que la Unión Europea y la mayoría de los organismos internacionales han dado la espalda a la Generalitat de Cataluña en el último año e incluso le han advertido de que su propósito es ilegal.

Por lejanía, ignorancia o simple mala fe, Guardiola no debe de saber que las patronales y las grandes empresas catalanas también han rechazado los planes soberanistas, así que no hay motivo para que denuncie "presiones" de la Fiscalía y la Policía Judicial que no existen. Cuando Guardiola habla de una "democracia secuestrada" en Cataluña debe de referirse en realidad a miles de ciudadanos que son arrinconados por pensar de forma diferente al independentismo. Su voz no sólo no es tenida en cuenta, sino que es silenciada e incluso atropellada por la dictadura de la obcecación separatista.

Guardiola lleva fuera de España desde 2012, justo cuando Artur Mas pisó a fondo el acelerador de la independencia y arrastró al precipicio a una comunidad autónoma entera. Cuesta creer que conozca la verdadera realidad política, social y económica catalana más allá de los clichés separatistas. Más bien parece que ha querido prestar un favor a la causa única oficial. Si de verdad cree todas las barbaridades leídas en el manifiesto, sería mejor que abandonara el fútbol tras su reciente fracaso en Manchester y se presentara a presidente de la Generalitat en las elecciones plebiscitarias e independentistas que pronto va a convocar Puigdemont. En España a lo más que podía aspirar ya es a igualar a Vicente del Bosque ganando una Eurocopa y un Mundial con la Selección española. Pero ahora sabemos que jamás aceptaría el puesto de seleccionador. Sería un trauma y un calvario para Pep Guardiola. No pasa nada. Podremos sobrevivir sin él. Al fin y al cabo, hemos tenido y seguimos teniendo a otros grandísimos deportistas orgullosos de ser españoles como Rafael Nadal, Miguel Indurain, Íker Casillas, Fernando Alonso, Carolina Marín, Pau Gasol, Mireia Belmonte o Sergio Ramos, quien por cierto no tiene inconveniente en combinar las banderas de España y de Andalucía cada vez que gana un trofeo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito