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ANÁLISIS DE ESPAÑA

La vergüenza de las gradas vacías

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura2 min
España29-05-2017

No por el hecho de que se repita todos los años nos debe de parecer normal. Tiene que ver con la final de la Copa del Rey, probablemente el partido más bonito del año. Y no tiene que ver con la pitada al himno, que esa es otra. Se trata de que, en cada edición, la Federación presidida con mano de hierro desde hace tres décadas por Ángel María Villar -organizador de la competición- se quede nada menos que con un tercio de las entradas. Son localidades hurtadas a los aficionados para que las autoridades inviten de gañote a sus "compromisos". Así lo llaman. En realidad es una excusa como otra cualquiera para pagar y contraer favores. Da igual los equipos que se enfrenten. No importa lo grande o pequeño que sea el estadio elegido. El porcentaje es siempre el mismo, incluso va a más.

Si el año pasado hubo que aguantar a la mujer del propio Villar dormida en el palco, esta vez el escarnio ha consistido en comprobar que la zona del estadio secuestrada por los "compromisos" estaba vacía. Cientos de barceloneses y alaveses se quedaron en casa ante la imposibilidad de conseguir una entrada. Sobre todo los vitorianos, que a buen seguro habrían llenado el Calderón ellos solos ante la oportunidad de una final histórica. Este mismo fin de semana se celebraron las finales de Copa en Inglaterra, Francia y Alemania. En los tres casos los estadios presentaban el aforo completo. España otra vez dando la nota. Sobran corbatas y faltan bufandas. Bastante sonrojo producen ya las imágenes del Masters de tenis de Madrid. Se entiende en las gradas vacías del Calderón que al postureo le pareció pequeño para su caché un Barcelona-Alavés. Si hubiese sido un Madrid-Barça otro gallo habría cantado.

No se entiende que el fútbol se quede al margen de las normas del decoro que los nuevos tiempos han impuesto en otros menesteres, por mucho que la Federación tenga un régimen especial o a su presidente no haya quien le tosa. Vale que la UEFA y la FIFA hacen lo mismo. Vale que hay cosas más importantes por las que preocuparse, pero también las hay menos importantes y son debatidas en el Congreso a menudo. Las personas que se quedaron sin una entrada para ver la final también merecen que sus políticos les defiendan. No estaría de más una iniciativa parlamentaria que abordase esta cuestión. No se entiende que esos compromisos no sean lo suficientemente transparentes para poder acotarlos a un número fijo en lugar de apropiarse sistemáticamente de un volumen desproporcionado de entradas. Podrían empezar por obligar a declarar a quién se reservan y qué se hace con ellas. Tampoco estaría de más obligar a esos compromisos a confirmar su asistencia en un plazo de tiempo y, en caso de que no vayan a ocupar sus asientos, sacar esas entradas a la venta. El fútbol debe seguir siendo para la gente.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio